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Un arma en desuso desde hace una década

La última gran huelga de hambre colectiva fue en 1999

Á. VÁZQUEZ

El colectivo de presos de ETA ha decidido hacerse notar haciendo uso de una herramienta que, de forma colectiva, había caído en desuso: la huelga de hambre de sus reclusos. El último caso, y uno de los más sonados, fue el protagonizado por Iñaki de Juana Chaos, pero su iniciativa sólo respondía a su propia situación penitenciaria, es decir, se puso en huelga de hambre con el único objetivo de reclamar su excarcelación.

Aunque ha habido algunas renuncias colectivas a ingerir alimentos en 2000 y 2005, la más importante se remonta a 1999, cuando unos 70 etarras realizaron una 'huelga rotatoria' para reclamar la amnistía de los miembros de la organización terrorista encarcelados.

De Juana protagonizó el caso más sonado, pero fue al margen de ETA

Las huelgas de hambre en el ámbito carcelario son una medida de protesta más o menos habitual, que realizan todo tipo de presos por distintos motivos. Por eso, al ser tan comunes, Instituciones Penitenciarias obliga al recluso a comunicárselo oficialmente a la dirección del centro en el que se encuentre para someterle a un especial seguimiento y comprobar que no come el rancho carcelario pero tampoco ingiere otros alimentos que guardaba en su celda. Además, transcurrida una semana, se comprueba si ha perdido el peso previsto en este tipo de casos. Sólo entonces se considera que se encuentra en huelga de hambre.

Cuando la situación se prolonga en el tiempo y la salud del recluso empieza a correr peligro, el caso queda en manos de los jueces, como ocurrió con De Juana, en noviembre de 2006, cuando fue hospitalizado y se le colocó una sonda nasogástrica para alimentarlo.

Los expertos calculan que una persona puede llegar a vivir unos 85 días en huelga de hambre sólo ingiriendo líquidos. A los 60 o 70 días se producen daños en el riñón y también puede resultar afectado el corazón y sufrir una atrofia muscular importante.

Cuando la vida del preso corre peligro son los jueces los que han de decidir

Esas secuelas son bien conocidas por el atleta paraolímpico Sebastián Rodríguez Veloso, Chano, que quedó en silla de ruedas tras mantener una huelga de hambre en 1990 con otros presos del GRAPO. Esta organización terrorista es la que ha llevado más lejos esta protesta: en 1981 murió Juan José Crespo Galende y, en 1990, José Manuel Sevillano.

Los presos de ETA han mantenido varias huelgas de hambre a lo largo del tiempo. En 2000, con el PP en el poder, 13 presos de diferentes cárceles mantuvieron una, que en algunos casos prolongaron durante dos meses, para reclamar su consideración de presos políticos y reclamar su acercamiento al País Vasco. En 2005, reclusos en España, Francia y México también optaron por una protesta similar.

La dispersión ha sido el motivo principal de la utilización de esta vía por ETA, pero sus presos, como cualquier otro recluso, también la han utilizado contra los recuentos y cacheos, como en 1989.

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