Este artículo se publicó hace 17 años.
Autorretrato de Zapatero
El propio líder socialista y otras personas que lo conocen construyen un perfil del presidente
"Éramos una familia distinta en aquella ciudad (León). Rara, si quieres, pero muy respetada. Eso también tengo que decirlo. Con una significación política muy clara, muy contundente, todo el mundo sabía cómo pensaba mi padre”.
“No recuerdo haber recibido una bofetada de mis padres. Ni un suspenso en mi trayectoria académica. Siempre he tenido un marco agradable, positivo. Esto te va condicionando. Desde pequeño respiré un amor intenso, profundo, de mi madre”.
“No era alegre de carácter, era castellana seca, muy clara. Pero creo que la parte más íntima de su cariño la volcó en mí, probablemente por ser el segundo, el pequeño de la casa”.
“La última frase que le dije fue: Mamá, ¿crees que voy a ser presidente del gobierno? Me dijo: Sí, lo vas a ser. Fueron las últimas palabras que hablé con ella, porque a partir de ahí –estaba en la UCI– empezó a perder la conciencia”.
“Era el referente de la honestidad para mi hermano y para mí”.
“No pudo hacer política, le hubiera encantado, es un alma política. Y no la hizo, la transición le pilló un poco tarde, pero sobre todo por su madre, porque se lo pidió su madre”.
“La primera vez que oí en casa hablar de la muerte de mi abuelo, tendría doce o trece años. Antes sabía que había muerto en la guerra, que había sido un capitán del ejército republicano y que lo habían fusilado por ser leal, pero no lo tenía construido, intelectualizado. Y, lógicamente, ya cuando mi padre nos enseñó el testamento político, que mi abuelo escribió la noche antes de morir, para mí fue como si mi padre me dijese: Ahí lo tenéis, sabéis lo que tenéis que hacer”.
“No tengo malos recuerdos del colegio. A veces lo he pensado, he recapitulado. A ver, malos recuerdos del colegio... Yo de niño era gordito y cuando teníamos clases de Educación Física entonces los profesores Ricardo de Dios y Estrada me daban duro”.
“Fui a afiliarme con un amigo (...) La sede del PSOE era muy modesta, humilde, estaba en el barrio ferroviario de León. Recuerdo que subí unas escaleras y allí me presentaron como el nieto del capitán Lozano. Con lo cual tenía las puertas muy abiertas, noté alegría entre las personas que había allí, veteranos, y alguna persona más joven pero que conocía la historia de mi familia y la ciudad. De hecho en los primeros años en el Partido Socialista yo no era José Luis Rodríguez Zapatero, yo era Lozano”.
“Aquella tarde del 23-F del 81 estaba estudiando un parcial de Hacienda Pública y recuerdo muy bien que estaba escuchando la radio, porque era el debate de investidura y ya tenía una gran inquietud política. Cuando se produjeron los disparos, toda la conmoción, aquellos hechos que se narraban, no dudé de que se trataba de un golpe de Estado. Recuerdo muy bien que salí de mi habitación y comenté con mi padre, que estaba en el despacho, que aquello era un golpe de Estado. Aquella fue una tarde muy difícil, mi padre estaba muy preocupado. Muy preocupado”.
“No dormí, pegado a la radio, a la televisión. Nos recuerdo perfectamente en un sofá rojo, mi hermano, mi padre...”.
“En cuanto amaneció fue empezar a hacer cosas (...) Llamé por teléfono a amigos, fui a la facultad, estaba en un curso con gente de ideas democráticas, muy avanzadas, y decidimos hacer un acto en el hall de la facultad con una gran pancarta que pusiera ¡Viva la Constitución! En defensa de la democracia”.
“Es posible que sea debido a mi carácter optimista, pero cuando me la presentaron y la conocí, cuando me acerqué a ella y vi la luz que tenía, me dije: ‘Joder. ¡Qué chavala, qué chavala!’”.
“La primera vez que vi a Sonsoles, la primera vez que estuve con ella, en mi interior tenía la idea de que eso era un matrimonio para toda la vida. Como con el partido”.
“Mi llegada a Madrid como diputado se produce con veintiséis años, estaba soltero aunque salía con Sonsoles desde hacía tiempo. Hay dos cosas que recuerdo. Una, que yo era el diputado más joven y que hay un trámite, en el acto de constitución del Congreso, en que el diputado más joven tiene que leer la lista de todos los diputados y el decreto de convocatoria. Por tanto es el primer diputado que sube a la tribuna en cada legislatura. Me tocó a mí. Recuerdo, porque he visto las fotos luego, que subí con la corbata toda torcida, seguramente era de las primeras corbatas que me ponía porque siempre vestía muy de sport. Y la imagen que conservo es que levanto la cabeza y me están mirando Felipe, Suárez y Fraga. (...) La segunda imagen que tengo grabada es el respeto tan impresionante que había a Felipe González”.
“Cualquier cosa positiva que hagan mis hijas, yo me rindo. Con ellas me rindo antes de empezar. Afortunadamente, Sonsoles es como es, porque por mi parte en esto sigo al único padre al que he oído decir: Oye, hay que dejarle hacer lo que quiera, consiéntelas”.
“Una de las cosas que me sorprenden es la racionalidad con que mis dos hijas, Laura y Alba, tienen ya interiorizada la vida después de esta etapa. Es que hablamos mucho de cuando salgamos de Moncloa”.
“Hay dos recuerdos, o lecciones, que tengo de aquellos días. La primera, la visita a los hospitales. Las conversaciones con las familias que tenían heridos graves. Recuerdo a mucha gente joven en los pasillos, de familias trabajadoras. Gente cercana a lo que yo representaba. Recuerdo miradas en las que se mezclaban el dolor más profundo y a la vez una ilusión, era una mezcla que me costaba procesar porque me ponía ante una responsabilidad muy grande. ¿En qué sentido ilusión? Deseaban que ganase. (...) La segunda lección que recibí en aquellos días fue de contención. La contención, que en algún momento fue difícil, pues había mucha tensión, mucho nerviosismo”.
"La noche electoral estaba siempre con Sonsoles (...). Recuerdo muy bien sus caras, que vacilaban entre una gran alegría y un gran temor. La vi más juvenil que nunca. Las niñas estaban en mi casa con mi suegra. Me llamaron inmediatamente, aunque eran pequeñas eran conscientes de lo que representaba y cuando cogí el teléfono escuché, lo recordaré toda la vida: ¡Papi, campeón!”.
“Nadie se lo cree cuando se lo cuento, pero desayuno y ceno todos los días con mis hijas y con mi mujer. Salvo cuando estoy fuera, de viaje, claro. A las ocho menos diez de la mañana, y a las nueve y cuarto por la noche. Me lo he impuesto(...). Eso, además, hace que el poder te cambie lo menos posible, que no te cambie”.
“No soy violento. Nunca chillo, nunca echo una bronca a un subordinado. No se me recuerda un golpe en la mesa”.
“No me tengo por tímido. Soy reservado, soy austero. Austero. Sí, austero en la expresión de emociones también, exactamente. Soy austero en mi forma de ser, en mi vida, en mis comportamientos. En la forma de expresarme políticamente. Creo que la contención es la principal virtud que tiene que tener alguien que tiene mucho poder”.
“Me impongo desafíos, me gustan las situaciones límite. De hecho, creo que cuando te pones un horizonte difícil, que ves que está difícil llegar y llegas, eso es infinitamente más poderoso que cualquier otra cosa”.
“Soy guerrero en ese sentido de poner a prueba mi valor, de buscar pruebas. Pero no individualista”.
“Soy persona de hábitos austeros. Es verdad, mis aficiones son típicamente austeras y masculinas. La pesca, el monte, el ajedrez”.
“Me siento muy, muy de izquierdas. Y me siento muy seguro éticamente de pensar en socialista”.
“Me siento el que he sido. Y la mejor demostración es que he decidido que volveré a vivir a León cuando deje de ser presidente. Esto no lo sabe nadie. Y sé que voy a salir del Gobierno sin amar más el poder, ni menos”.
“El poder es tal y como me imaginaba”.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.