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La batalla interna tapa el trabajo del Grupo Popular

Soraya Sáenz de Santamaría, nombrada hace dos meses, practica una política de puño de hierro en guante de seda. El giro más llamativo ha sido la recuperación de la unidad contra ETA.

MARÍA JESÚS GÜEMES

Cuando se cumplen dos meses de la fecha en la que Rajoy decidió remover el banquillo del PP en el Congreso, toca hacer balance. Desde que Soraya Sáenz de Santamaría tomó las riendas, sus propios compañeros de partido no le han puesto las cosas fáciles. Primero, porque el reparto de juego levantó ampollas internas. y, segundo, porque la crisis que vive el PP tras la derrota del 9-M ha tapado el trabajo que los diputados conservadores han venido realizando.

En los escaños de la oposición hay nuevas caras. Ahora la foto fija ha cambiado. Junto a Rajoy ya no se sientan Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, sino Santamaría y José Luis Ayllón, el secretario general del Grupo Popular. A la imagen se le suma un discurso moderado, lejos de la crispación que se vivió durante la legislatura pasada. Pero aún haciendo uso de su cara más amable, el PP no ha dejado de lanzar duros ataques a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien ha acusado reiteredamente de ser “un mentiroso”. En definitiva, una política de puño de hierro en guante de seda.

Durante este tiempo, el Grupo Popular ha hecho hincapié en la desaceleración economía y el problema del agua. Comenzó exigiendo explicaciones sobre el rescate del pesquero Playa de Bakio y, en estos últimos días, se ha centrado en denunciar la consulta popular que planea Juan José Ibarretxe.

Pese a las múltiples reuniones con los socialistas, sigue encallado el Pacto por la Justicia, ya que no se ha logrado una aproximación para desbloquear la renovación del Consejo del Poder Judidicial y del Tribunal Constitucional.

El giro más brusco en la estrategia del PP se visualizó en el Congreso tras el atentado de ETA de Legutiano (Álava). Entonces, el PP se retrató junto al Gobierno y el resto de  fuerzas políticas. Los dirigentes conservadores han mantenido que su actitud siempre ha sido la misma, pero la escena fue significativa. Rajoy se puso “del lado” del presidente del Gobierno y éste le agradeció el gesto reconociendo su “satisfacción” porque, por fin, se demostraba la unidad contra el terrorismo.

Es más, tanto Rajoy como Santamaría, que llevaban reclamando sin cesar que dieran comienzo las sesiones plenarias para atacar al Ejecutivo socialista, renunciaron a hacer sus respectivas preguntas en el pleno de control al Gobierno y realizaron sendas declaraciones de condena por respeto al guardia civil asesinado.

La portavoz debutó en el Congreso sin criticar al Gobierno porque no era el día más oportuno “para hacer reproches”. Cuando ese momento llegó, en el siguiente pleno, su actuación fue alabada por la mayoría de analistas políticos. Pero varios de sus compañeros ni siqueira le aplaudieron.

El PP se estrenó en el hemiciclo con una proposición no de ley en defensa de la igualdad de los derechos de todos los españoles, entre ellos que todos puedan estudiar castellano. Pero no prosperó y los nacionalistas se lo echaron en cara. Pero la intervención más sonada fue la que realizó Santamaría el pasado miércoles, al enfrentarse por primera vez a María Teresa Fernández de la Vega por el sistema de financiación. Con su discurso ganó enteros entre los suyos e hizo que la vicepresidenta, quien presume de laicidad, llegara a invocar a Dios.

En estas semanas, las declaraciones de diputados como Gustavo de Arístegui, Gabriel Elorriaga, Alejandro Ballestero, Ana Torme o Rafael Hernando, que cuestionaron abiertamente el liderazgo de Rajoy, han sacudido los cimientos del Grupo Popular. Sus voces se han elevado en público, pero tras ellos se esconden más de una treintena de diputados críticos y desencantados. 

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