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El yihadismo parasita la desigualdad de Melilla

La ciudad autónoma es considerada un semillero de combatientes que parten a Irak o Siria. Con un 30% de paro y altos índices de fracaso escolar, la exclusión social se convierte en el mejor aliado del integrismo en un enclave estratégico al norte de África

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Un supuesto yihadista detenido en una operación antiterrorista en Melilla en 2014- EFE

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MELILLA.- “El Estado Islámico es en camino”. La frase aperece escrita en un mural sobre fondo azul celeste en una de las principales vías de la Cañada de Hidum, en Melilla. Es, con diferencia, el barrio más pobre de la ciudad, con altas tasas de desempleo y un fracaso escolar casi pleno. No sólo lo demuestra la deficiente conjugación del verbo en dicha amenazante pintada, también sirven de indicio los esqueletos de casas a medio terminar o el trazado angosto y laberíntico de sus callejuelas, delimitadas al azar por una construcción ilegal y desordenada conforme fue ampliándose el campamento de regulares marroquíes a los que Franco dio permiso para instalarse a cambio de que los moros invadieran la España republicana.

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“Nadie, ni un solo habitante de Melilla se ha ido a combatir a Siria

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Nadie, ni un solo habitante de Melilla se ha ido a combatir a Siria. Únicamente hay una persona en paradero desconocido, y su hermano fue arrestado en la última redada”, puntualiza Mohamed Busian, abogado de cuatro de los siete detenidos en una operación conjunta en Marruecos, Málaga y la ciudad autónoma. Permanecen todavía en la cárcel acusados de trabajar en una red de captación de combatientes para al califato proclamado en Siria y norte de Irak por Abu Bakr al Baghadadi. Las palabras de Busian chocan frontalmente con la información suministrada por el Ministerio del Interior, con los datos del Real Instituto Elcano o los del Consejo Asesor de Seguridad Exterior de Estados Unidos (OSAC), que sitúan un importante foco de exportación de combatientes en Melilla y Ceuta. El letrado niega tales acusaciones y critica un derecho penal “a la carta o de autor”, acciones demasiado preventivas que llevan a prisión a gente “inofensiva”.

Vista general de la Cañada Hidum de Melilla. -JAIRO VARGAS

De unos años a esta parte, los melillenses –musulmanes o no– se cruzan en la calle con no pocas mujeres de las que sólo pueden ver los ojos. El Niqab, al que se añaden guantes, desfila por las barriadas deprimidas tanto como las barbas y túnicas que, no hace tanto, fumaban hachís, bebían cerveza y se prodigaban por las discotecas. Una especie de “moda afgana” que está sorprendiendo a todos en una ciudad con mayoría musulmana. “Aquí siempre ha existido el Islam, pero no esta rama”, destaca Samir Tieb, portavoz de la Comisión Islámica de Melilla, una agrupación de varias organizaciones religiosas locales. Cuenta Tieb que no puede “negar que haya elementos incontrolados” que acaben empuñando un arma en Siria, pero también apunta con precisión: “Son jóvenes sin trabajo, sin cultura, que leen un librito y ven algún vídeo en Internet y ya creen que entienden el Islam”.

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“Son jóvenes sin trabajo, sin cultura, que leen un librito y ven algún vídeo en Internet
y ya creen que entienden
el Islam”

Marginación y pobreza son palabras que también salen de la boca de Tieb: “Esto no tiene nada que ver con el Islam”, afirma, sino con un “apartheid contra la población musulmana”. Y es que la concepción colonial de este enclave nunca dejó de existir. Desde que en 1986 la población española clamara en la calle contra el decreto que concedía la nacionalidad a sus vecinos musulmanes, éstos no han dejado de proliferar. El problema es que el pastel económico sigue siendo el mismo, y se reparte desde Madrid, no desde Rabat.

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