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Detenido en Madrid un capo ruso que ordenó 30 asesinatos

Dmitri Belkin se ocultaba en España desde 2010

ÓSCAR LÓPEZ FONSECA

Su nombre era Dmitri Konstantinovich Belkin, pero casi nunca lo utilizaba. Él prefería los de Ivelin Emanuilov Manolov, Vladimir Yanchev, Andrei Labrov... y así hasta más de 15 identidades falsas. Con todos ellos, este mafioso ruso de 39 años había conseguido burlar durante un década a la Justicia de su país, que lo buscaba por asesinar a un fiscal —junto a cuyo cuerpo dejó como firma un guante negro y dos fusiles Kaláshnikov— y ordenar la muerte de otras 29 personas en su condición de jefe del grupo criminal Medvekovskaya-Orekovskaya. Sin embargo, sus numerosas nombres no evitaron que la Guardia Civil lo detuviera en el centro de Madrid el pasado 29 de abril.

Terminaba así una investigación, que se inició en 2003, cuando se detectó por primera vez su presencia en España, en concreto, en Catalunya. Sin embargo, su rastro se perdió entonces en varias ocasiones por las fuertes medidas de seguridad que adoptaba el jefe mafisoso, entre ellas las de cambiar de refugio cada pocos días.

En 2010, la Guardia Civil volvió a tener certeza de que Dmitri se ocultaba en España, después de que la policía francesa lo detuviera ese mismo año bajo la identidad de Vladimir Yanchev y lo dejara en libertad por error. El capo ruso aprovechó la ocasión y volvió entonces a España. Aquí, también le acompañó la fortuna. Ese mismo año, fue arrestado como Ivelin Emanuilov Manolov por maltratar a su esposa. De nuevo, los agentes no supieron descubrir quién era en realidad al no comprobar sus huellas dactilares con las facilitadas por Interpol y lo liberaron.

Con estos nuevos datos, la Guardia Civil inició un rastreo por hoteles y apartamentos de alquiler en busca de su rastro. Finalmente lo encontró en un bloque de apartamentos de la calle de Santa Cruz de Marcenado de la capital donde, precisamente, se alojaba con el nombre de Ivelin Emanuilov Manolov. Cuando en la mañana del pasado viernes varios agentes acudieron a comprobar la información, vieron como salía de él. En ese momento, lo apresaron. No iba armado. Con él estaba su esposa, Victorilla G., que quedó en libertad. Él, sin embargo, espera ahora en una celda su extradición a Rusia. Esta vez, con su nombre verdadero.

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