Este artículo se publicó hace 13 años.
El diablo existe y nació en Cantabria en 1951
Alfredo P. Rubalcaba. La extrema derecha le atribuye increíbles maldades y maquinaciones
Antonio Avendaño
Mucha gente de buena fe da por hecho que Alfredo Pérez Rubalcaba perdió la fe hacia los 16 años. La gente lo da por hecho porque el propio candidato, nacido en Cantabria en 1951, lo ha declarado así, admitiendo que su caso era bastante habitual entre la gente de su generación: mucha fe durante la infancia y la adolescencia y huida hacia las regiones del agnosticismo y hasta del ateísmo a partir de la primera juventud. Menos mal que la candidez de tanta gente de buena fe se contrarresta con el rigor de muchas personas cuya fe sí es de primera calidad y que vienen defendiendo con sólidas razones la hipótesis de que Rubalcaba es... el diablo.
Personas muy devotas y en algunos casos directamente a sueldo de la Iglesia, entre cuyos preceptos figura el mandato de no mentir, han dicho de él que: es una excrecencia humana, un drogadicto del poder, el ministro que acabó con la asignatura de Religión y que, no contento con eso, destruyó la educación en España, el hombre que consiguió manipular a varios millones de españoles para que no votaran al PP el 14-M, el mismo que seguramente estaba al tanto de lo que iba a pasar el 11-M y que luego se dedicó a proteger a jueces, fiscales, policías y peritos que se habían confabulado para ocultar pruebas e impedir que se conociera la verdadera verdad verdadera del 11-M, el hombre que excarcelaba etarras y se burlaba de las víctimas, el tipo cuya sonrisa mefistofélica de vez en cuando se transmuta en carcajada diabólica, alguien que se levanta desayunándose un sapo y se acuesta cenándose una rata
La extrema derecha le atribuye increíbles maldades y maquinaciones
La fe mueve patrañasEste pliego literal de cargos es sólo un resumen de la detallada relación reunida por José María Izquierdo en Las mil mentiras más feroces de la derecha de la caverna. Pensar que un hombre tal puede haber dicho alguna vez la verdad es ser un iluso, como lo es creer que haya podido decirla a propósito de un hecho tan trascendental como su propia fe. Siempre se ha dicho que el gran truco del diablo fue hacer creer a la gente que no existía. Pues bien: ¿tan disparatado es pensar que el anuncio de que perdió la fe con 16 años es sólo una añagaza para que pensemos de él que es un hombre normal y corriente y no quien real y verdaderamente es, o sea, el mismísimo Satanás? En tal caso, sería imposible que Alfredo Pérez Belcebú fuera agnóstico o ateo, pues cualquiera mínimamente versado en teología sabe de sobra que el diablo cree en Dios. A su manera, ciertamente, pero cree.
Pero lo peor de todo es que Rubalcaba es un Lucifer poco profesional en tanto que Lucifer. Ha formado parte de gobiernos técnicamente laicos, pero políticamente no tanto, gobiernos de hecho bastante pusilánimes a la hora de revisar el Concordato con Roma, promover una Ley de Libertad Religiosa como Dios manda, hacer efectiva la aconfesionalidad del Estado o revisar los privilegios fiscales de la Iglesia.
Muchas de estas cosas, sin embargo, ha prometido hacerlas si gana las elecciones. Pero, según pintan las encuestas, no parece que haya mucho riesgo de que pueda (de nuevo) incumplir sus promesas.
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