Este artículo se publicó hace 16 años.
Dobles víctimas: mafias que abusan de las inmigrantes
Son usadas como moneda de cambio para pagar sobornos
Un viaje en avión desde el corazón del África subsahariana a España tarda cinco horas. En cayuco, dura meses (incluso años) y hay que cruzar varias fronteras hasta llegar a Mauritania, el país lanzadera por excelencia. A los riesgos que tiene el trayecto (naufragios, abandonos de los organizadores, hambre, enfermedades...) se suman los abusos sexuales de los que frecuentemente son víctimas las mujeres en los puestos fronterizos, según denunció ayer el inspector jefe de la Brigada de Redes de Inmigración, José Eugenio Nieto, en la Jornada sobre Inmigración organizada por la Confederación Española de Policía (CEP) para tratar La respuesta policial al tráfico de personas.
En las fronteras, las mafias utilizan los favores sexuales forzados de las mujeres como moneda de cambio con funcionarios corruptos a cambio de que hagan la vista gorda con el grupo. Muchas de las que llegan embarazadas han sido víctimas de violaciones durante su peregrinaje, asegura Nieto. Algunas de ellas se embarcan en un estado de gestación avanzado.
Aunque son minoría en las expediciones (las mujeres representan aproximadamente el 15% de los grupos que parten del África subsahariana), las mafias deciden siempre incluir a dos o tres de ellas en los grupos que captan en los países de origen, asegura el inspector jefe de la brigada.
Víctimas, no desesperadas
El dinero que consiguen ahorrarse con los sobornos anula la voluntad de la mercancía humana con la que trafican. Esta teoría contradice la creencia de que, fruto de la desesperación, las mujeres subsaharianas deciden emprender un largo viaje camino de Europa aún en estado de gestación. Aunque también las hay, “e incluso algunas quedan embarazadas durante la aventura migratoria, que puede durar dos o tres años”, explica Antonio Freijó, director de la asociación Karibu (una de las organizaciones más destacadas de la comunidad subsahariana en España).
La situación resulta más peligrosa para los inmigrantes que deben atravesar varios países para alcanzar los estados africanos con costa atlántica, desde donde parten los cayucos. Una mujer nigeriana, por ejemplo, tiene que cruzar tres fronteras hasta conseguir llegar a tierra mauritana.
No obstante, la teoría de los abusos no está muy extendida entre los centros de acogida y asociaciones de la Península. Diez de ellas aseguran que no es “algo muy generalizado”. En el centro de atención de Karibu en Madrid, no han registrado ningún caso entre las 20 mujeres embarazadas de atienden cada año. “Lo más frecuente entre las embarazadas es que sus parejas se hayan quedado en el país de origen”, concluye Freijó.
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