Este artículo se publicó hace 15 años.
La "España plural" regresa para salvar al 'soldado Montilla'
Zapatero rebobina y retorna a los orígenes. Eso es, al menos, lo que se desprende de la reunión entre su emisario en la brega territorial, Manuel Chaves, y un por el momento desencantado José Montilla. También lo que admiten destacados miembros del partido y del Gobierno. Y los orígenes de Zapatero como secretario general del PSOE (en el 35 congreso del año 2000 se atrajo al PSC que lideraba Pasqual Maragall agitando la enseña federalista) y presidente del Gobierno están, al menos en lo que a la relación con Catalunya se refiere, en un término que él mismo puso en boga: la “España plural”, que en los últimos meses se había quedado sólo en “unida y diversa”.
Sólo exhibir y poner en práctica la “España plural” puede salvar de la ruina electoral a Montilla y al tripartito, que ahora tiene todos los sondeos en contra por culpa de la crisis económica y de los fracasos en la resolución de la llamada “agenda catalana”.
Hacerlo dará, de paso, una expectativa razonable a Zapatero para recuperar viejos aliados parlamentarios, tal como constató hace unos días en persona reunido con el líder de ERC, Joan Puigcercós, en el palacio de La Moncloa.
Perdida Galicia y rodeadas Euskadi y Andalucía de muchos interrogantes, el presidente ordenó, según fuentes de su Ejecutivo, un viraje catalán para evitar que el territorio donde más abismal es su distancia con el PP (17 escaños en las últimas generales) se ponga en serio riesgo.
A poco más de un año de las elecciones catalanas, en La Moncloa han asumido al fin que no es posible que el PSC ceda, de forma dócil, la presidencia de la Generalitat a CiU. Y para que Montilla siga al frente del Govern, asuntos como la financiación (los 1.200 millones ofrecidos para Catalunya durante el primer año del nuevo modelo quedarán rebasados de sobra en la próxima oferta), las Cercanías o el aeropuerto del Prat necesitan de un esfuerzo “extra”.
De lo contrario, la alternativa que se configura es un Ejecutivo de Artur Mas en minoría con el apoyo del PP, que ha rebajado el tono de crispación con Catalunya –Rajoy pasará mañana por primera vez la Diada de Sant Jordi en Barcelona–, o de ERC. Sería, en cualquier caso, un Govern de bronca. Y eso ocupa y preocupa.
El “esfuerzo” por salvar a Montilla no pasa por convencer sólo al PSC que, herido por lo poco que el PSOE le agradeció el fantástico resultado de las generales, lleva un año lanzando avisos cada vez más severos a la calle Ferraz. Ello también pasa por dar satisfacción a sus socios de ERC e ICV-EUiA, los únicos dispuestos a mantener a un socialista en el Palau de la Generalitat.
ERC está en una situación interna complicada y con encuestas adversas. Si, forzado por el PSOE, Montilla aceptase una financiación inferior al Estatut, los de Puigcercós acabarían saliendo del Govern y haciendo inviable un tercer tripartito; bien porque ya no sumaría si las urnas castigan a ERC o bien porque los republicanos habrían quedado definitivamente alejados del PSC.
De ahí que Montilla no rebaje un ápice sus exigencias. “El Estatut, una ley orgánica que tú votaste en el Congreso, está para ser cumplido”, le recordó en la clausura del congreso del PSC, el pasado mes de julio, el president a Zapatero y lo ha repetido hasta la saciedad.
Sacarse de encima la financiación y resolver la “agenda catalana” no sólo dará aire al tripartito, al que en Madrid le recomendarán elecciones si remonta y es capaz de rentabilizar asuntos como las ayudas a la industria automovilística. Le permitirá a Zapatero acercarse a ERC e ICV, pero también a CiU (Josep A. Duran i Lleida ha acreditado sus ansias de protagonismo en las Cortes). Alejado el PNV, Catalunya vuelve al primer plano y reclama lo pactado.
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