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Esposas anónimas

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Recientemente descubrí en la red una enciclopedia de mujeres, muchas de las cuales han sido olvidadas injustamente por la mayoría de los historiadores. Hay una excepción: en su libro de 1690, Historia de mujeres filósofas, el académico francés Gilles Menage escribió sobre Diotima la Socrática, Arete la Cirenaica, Nicarete la Megariana, Hiparquia la Cínica, Teodora la Peripatética, Leoncia la Epicúrea y Temistóclea la Pitagórica, sobre quienes conocemos muy poco. Y lo correcto es que muchas de estas mujeres sean rescatadas del olvido.

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No obstante, lo que realmente falta es una enciclopedia de esposas. Frecuentemente se dice que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, desde el emperador bizantino Justiniano y su esposa Teodora (la ex actriz) hasta Barack y Michelle Obama. Es curioso que nunca se diga lo opuesto: no hablamos acerca del hombre detrás de la gran Isabel I de Inglaterra, por ejemplo, o de su contemporáneo compañero viudo, de largo reinado. Pero pocas veces, si es que alguna, las esposas reciben la atención que merecen.

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En las historias de la antigüedad clásica, y posteriormente, se dedica más espacio a las amantes que a las esposas. Clara Schumann y Alma Mahler, que estuvieron casadas con los compositores Robert Schumann y Gustav Mahler, son excepciones, pero estas mujeres causaron gran revuelo por sus amoríos extra y posmaritales. Básicamente, la única mujer que siempre es mencionada simplemente por ser una esposa es Xantipa, casada con Sócrates, y aún en ese caso, sólo para decir cosas malas de ella.

Leí recientemente un texto de Pitigrilli, escritor italiano del siglo XX, que atiborraba sus relatos con citas eruditas -aunque frecuentemente equivocaba los nombres- y con anécdotas que encontraba quién sabe dónde. En determinado punto, Pitigrilli invoca la severa advertencia de San Pablo; Melius nubere quam uri (preferible es casarse que arder con gran deseo), un buen consejo, por cierto, para los curas católicos romanos. Pitigrilli observa también que la mayoría de los grandes, incluyendo a Platón, Lucrecio, Virgilio y Horacio, eran solteros. Pero eso no es completamente cierto.

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En las historias de la antigüedad clásica se dedica más espacio a las amantes que a las mujeres casadas

Puede ser verdad con Platón, quien, según Diógenes Laertius, escribía epigramas para hombres jóvenes muy apuestos. Por otra parte, Platón aceptó como alumnos a dos mujeres, Lastenia y Axiotea, y se asegura que había comentado que un hombre virtuoso debería casarse. Quizá era cauteloso por el infeliz matrimonio de Sócrates con Xantipa.

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El famoso alumno de Platón, Aristóteles, se casó con Pitias y después de su muerte se unió a Erpilis, quien fue su esposa o su concubina. En todo caso, Aristóteles vivió con ella como marido y mujer, y la recordó con afecto en su testamento. Ella le dio un hijo, Nicómaco. En opinión de algunos historiadores, Aristóteles nombró su Ética a Nicómaco en su recuerdo.

Horacio no tuvo esposas ni hijos, pero, a juzgar por sus escritos, sospecho que se permitió algunas aventuras románticas. En cuanto a Virgilio, parece haber sido demasiado tímido para declararse a una mujer, aunque se rumorea que tuvo una relación con la esposa de Varius Rufus. Ovidio, en contraste, se casó tres veces.

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La única mencionada por ser una esposa es la de Sócrates, Xantipa, y sólo para decir cosas malas de ella

Todos piensan que Descartes era soltero, ya que murió muy joven después de una vida sumamente pintoresca. Pero sí tuvo una compañera durante algunos años, una doncella llamada Helena Jans van der Strom, a la que conoció en Holanda. Oficialmente sólo reconocía a Helena como sirviente. Pero frente a ciertos rumores difamatorios, sí reconoció a la hija que ella le dio, Francine, que murió a los 5 años de edad. Según algunas fuentes, Descartes también tuvo otros amoríos.

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