Este artículo se publicó hace 16 años.
El filme que puso a un pueblo frente a su espejo
Un cineasta francés recoge los testimonios de los vecinos de su abuelo, un guerrillero malagueño fusilado en 1946
"Siempre vi a mi padre con angustia, pero no sabía por qué la sentía. Con los años, intuí que tenía que ver con la foto del abuelo que colgaba al final de las escaleras", explica el director de cine francés Joseph Gordillo (Marly, 1965).
El autor de El muro de los olvidados, el documental sobre los republicanos represaliados en el Valle de Abdalajís (Málaga) que estos días se exhibe en el Festival de Cine Español de Toulouse, se pasó años preguntando qué le sucedió a su abuelo paterno, pero nunca logró arrancar más que un lacónico "se murió en la guerra". Nadie estaba dispuesto a explicarle cómo ocurrió. Aún más inquietante fue el silencio que siguió a la pregunta "Papá, ¿el abuelo no tiene tumba?"
Con el tiempo, Gordillo se hizo corresponsal de guerra. "De manera inconsciente fui a Ruanda, Yugoslavia, Irak, Argentina... En todos esos lugares me contaban historias que me resultaban familiares", compara. Finalmente, hace cuatro años decidió conocer la suya propia. Llamó a Pepe, el amigo de los veranos que su familia pasaba en el Valle, y se sorprendió a sí mismo al anunciarle que pensaba ir al pueblo a conocer la verdad.
–Tú estás loco. Eso es un tabú en el pueblo, tú no sabes lo que es "eso", se alarmó Pepe.
La idea disgustó a su padre, que le pidió que no lo hiciera, pero ya estaba decidido. Durante días, Gordillo buscó a alguien que hablara con él, pero descubrió que también allí existía un muro tan imponente como el del cementerio de este pueblo de 3.000 habitantes. Frente a él fusilaron y enterraron a los republicanos. Sus restos, con impactos de bala y las manos atadas, aparecieron durante una ampliación del camposanto en 2006, pero el alcalde (PP) ordenó que no se removieran aquellas fosas.
A una de ellas arrojaron el cuerpo del abuelo de Gordillo, un maquis asesinado por la guardia civil en 1946. Los detalles de aquella noche se los contó su padre en persona. "Cuando volví, sin apenas testimonios, me ofreció ayuda. "Bajamos juntos al Valle y me fue indicando con quién podía hablar y con quién no". Lo más impactante fue su relato. "Solo me lo contó una vez y fue delante de la cámara", dice.
Francisco Gordillo, el niño al que le mataron al padre a los nueve años en la esquina de su calle, estaba "cenando fideos" cuando los guardias civiles se llevaron al hombre al que nunca pudo llamar papá para que nadie sospechara que lo tenían escondido.
Recordar ese tipo de detalles produjo un efecto liberador en Paco. "Ahora veo que era importante hacer esta película", afirma. Su hijo recuerda reacciones similares durante los tres días de proyecciones en el Valle: "Al principio no entendí nada. La sala se llenó de gente que quería ver a sus vecinos contar experiencias similares a las suyas, pero nada más acabar se iban corriendo. Luego descubrí que estaban llorando. En Francia, la gente comenta lo que ve. En el pueblo, se estaban viendo a sí mismos en un espejo".
Ahora varios descendientes de los represaliados piden que se abran las fosas y denuncian la falta de apoyos a nivel estatal. El nuevo ayuntamiento (PSOE) solo proyecta colocar un monolito. "Tras el documental, mi familia ya no siente angustia. Pero mi padre y yo queremos abrir las fosas. No basta con un monolito. Un monumento es un compromiso, pero abrir las fosas es comprometerse, como "ellos hicieron".
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