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La generación del 'No a la guerra' llega a las instituciones

D. BARCALA

Nacidos y educados en la democracia. La generación de jóvenes que ronda la treintena coincide en que 2003 fue el último momento agitado de la movilización juvenil en España. La protesta contra la guerra de Irak es el hito que todos recuerdan para desmentir la supuesta apatía de los jóvenes españoles.

Coinciden con la generación anterior al No a la guerra en señalar la universidad como el caldo de cultivo natural para la organización de las movilizaciones. Y miran a Francia con distancia. Algunos con envidia sobre la repercusión que la ciudadanía cosecha en el país vecino. Por un lado, reconocen la madurez de su movimiento protesta y por otro, creen que en cada país la gente explota a su hora.

A partir de los 30, los partidos políticos y los sindicatos son el lugar natural para empuñar el megáfono. Aunque han encontrado un hueco en los movimientos en defensa de los derechos sociales como el colectivo gay, las ONG solidarias o de derechos humanos, o la pelea vecinal.

Los ex líderes estudiantiles que se acercan ahora al poder se diferencian con sus antecesores en que destilan mucha menos ideología. Respecto a las generaciones que les siguen, todos coinciden en señalar a las herramientas de internet como el futuro. Los nuevos jóvenes participan más y lo tienen más fácil. Aunque sea a través de Twi-tter o Facebook, se expresan más en la sociedad.

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