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La gran obra de Gallardón hace aguas

La M-30 sufre nuevos desperfectos y ahoga el presupuesto local de Madrid

D.BARCALA /P.RAFAEL

Una dura tormenta veraniega de granizo de dos horas en la madrugada del miércoles hizo temblar los cimientos del diseño urbano del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Más de diez horas después de las precipitaciones, un tramo de la autovía de circunvalación M-30 seguía cortada, el trayecto entre las grandes estaciones de Atocha y Príncipe Pío no había abierto y los retrasos en los trenes de cercanías alcanzaban la media hora.

Todo ese caos, por unos bloques de hielo del tamaño de pelotas de ping pong que inundaron por novena ocasión desde febrero la M-30, la multimillonaria obra que ahoga, según el ministro de Economía, Pedro Solbes, las cuentas de la capital.

El propio ministro señaló que el déficit inicial de la reforma era de 500 millones, que finalmente se convirtieron en 1.500. “¿Lo deben pagar el resto de españoles? Yo creo que lo deben pagar los madrileños que le han elegido [a Gallardón]”, respondió Solbes al alcalde cuando este reclamó la financiación municipal al Estado.

El Ayuntamiento calcula que de los 6.039 millones de euros de deuda a 31 de diciembre de 2007, 2.500 se debe al soterramiento de la circunvalación, según señalaron ayer fuentes municipales. Precisamente, por ese déficit, que ha convertido a Madrid en la ciudad más endeudada del país, según datos del Banco de España, la oposición no entiende que la obra se inunde. “Es como si te compras un Rolex y a las dos semanas no da bien la hora”, compara el concejal socialista Pedro Sánchez. El edil achaca los problemas de la vía para asumir el agua a “las prisas con las que fue realizada la obra para inaugurar los túneles antes de las elecciones”. El concejal de Seguridad de Madrid, culpó, sin embargo, a “las lluvias torrenciales” de las inundaciones.

Los barrios que se beneficiarán del soterramiento de la parte sur del anillo de circunvalación fueron los principales perjudicados por las pelotas de hielo. La calle de Antonio López, en la ribera del río Manzanares, amaneció como si a su vera tuviera el malecón de La Habana sacudido por el huracán Ike. Coches sepultados por las hojas de los plátanos, lunas rotas por el granizo y sótanos anegados.

“Mis compañeros de la madrugada no han parado de sacar agua”, describió Arancha Palomar, vigilante de un aparcamiento de residentes de esta calle vecina a la gran obra. La puerta del parking estaba al mediodía atascada por dos palmos de hielo. “En el Ayuntamiento, nos dicen que lo quitemos nosotros con palas”, explicó indignada.

El barrio, con la resaca de la tormenta, refleja el contraste de una ciudad que gasta miles de millones en quitar de la vista una autopista urbana, a la vez que mantiene las calles adyacentes al Manzanares como afluentes del río en días de tormenta. “La obra de la M-30 hecha está y es evidente que supone déficit de equipamientos; pero, una vez terminada, lo suyo es que no sea peligrosa para los vecinos”, denuncia la oposición a Gallardón.

El atasco en los accesos a la ciudad por el oeste, más afectados por el funcionamiento de la M-30, fue monumental. Durante toda la mañana, estuvo cortado el servicio de Cercanías entre las estaciones de Atocha y Príncipe Pío. Este servicio funcionó en hora punta con media hora de retraso.

Un tramo de la vía de circunvalación estuvo cortado todo el día provocando un caos circulatorio en esta vía. El granizo rompió decenas de lunas de los coches y taponó los accesos a los garages de los barrios más afectados. Los Bomberos tuvieron durante las primeras horas del día 150 actuaciones.

 

 

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