Este artículo se publicó hace 17 años.
La herencia envenenada de Pujol
Uno de los grandes errores políticos del ex president fue no adivinar el papel central que jugaría en el futuro Esquerra Republicana en la política catalana
Situémonos en el 4 de octubre de 2000. José María Aznar ha conseguido contra pronóstico la mayoría absoluta en España y CiU gobierna en Catalunya con el apoyo de los diputados del PP después de conservar in extremis la mayoría ante el PSC de Pasqual Maragall. En el Parlament se celebra el debate de política general. Aunque el cara a cara entre Pujol y Maragall no defrauda, todo el mundo está pendiente de Josep Lluís Carod-Rovira, el líder de ERC. Desde el verano se sabe que Carod va a ofrecerle a Pujol un pacto de gobierno, ya que con los 12 diputados republicanos CiU también suma mayoría, para avanzar en el autogobierno durante los tres años que quedan de legislatura.
Ha sido una decisión controvertida que a Carod le ha supuesto un enorme coste personal. En su partido todavía hay muchos que creen que no están preparados para ser una fuerza gubernamental y temen ser engullidos por CiU. De otra parte en CDC ha habido movimientos para que Pujol acepte la apuesta y se desmarque del PP. No así en UDC, que se muestra encantada con el pacto. Como siempre en CiU, la última palabra es del president, que escucha con indisimulado desinterés la oferta que le hace Carod y le responde con desdén: "No sé qué pacto me propone". El líder republicano no se arruga e insiste, pero cuando ve que no hay manera sentencia: "Esquerra le ha hecho una propuesta seria, y usted no se la ha tomado en serio. Después no nos venga a llamar a la puerta para salvar la legislatura."
Germen del tripartito
este momento sitúan muchos el origen del distanciamiento entre CiU y ERC, que ha llegado incluso al duro enfrentamiento personal como veremos. El hecho es que desde aquél momento los republicanos se sintieron con las manos libres para pactar propuestas con los otros grupos de izquierda, y la fórmula del tripartito se fue imponiendo poco a poco en los ayuntamientos.
Pujol siempre trató con cierto menosprecio a ERC, aunque su familia era republicana y votante de este partido durante la República, tal como explica en sus memorias. Durante la Transición veía la ERC de Heribert Barrera como una antigualla. Durante la época de Àngel Colom se hizo célebre la imagen de que el líder de ERC era un escolanet (monaguillo) de Pujol, y el tiempo le dio la razón porqué acabó ingresando en CDC. Y después a los Carod, Puigcercós y compañía los tenía por unos impresentables. Un dirigente republicano lo explica así: "Después de la oferta de pacto de Carod, Pujol participa en un mítin y se rie públicamente de ERC: "¿Cómo quieren que pactemos con esa gente"?, dice entre las carcajadas del público asistente. En ese momento supimos que no podríamos pactar con ellos".
"Pero es que entonces yo no era ni miembro de la dirección de mi partido", afirma un joven dirigente convergente, "no podemos estar pagando las consecuencias de aquella factura los que no estábamos allí. Se tiene que poner fin al resentimiento". Lo cierto es que el resentimiento existe en los dos bandos. En su reciente libro "Democràcia a sang freda", el portavoz de CDC y arquitecto de las dos campañas de Artur Mas que acabaron en triunfo pero en la oposición, David Madí, se despacha a gusto con ERC y sobre todo con su presidente, Josep Lluís Carod-Rovira, al cuál llama "quinqui".Efectivamente, Carod se ha convertido en la bestia negra de los convergentes, que lo ven como el culpable de una maniobra para apartarlos del poder. Eso sí, muchos olvidan la oferta de octubre de 2000.
Apuesta profunda
"Eso no es verdad porque nuestra apuesta por el tripartito, por la alianza con los socialistas es profundísima, no es coyuntural, es la estrategia que permite coser al país y no dividirlo", así se expresa otro miembro de la dirección de ERC que representa el ala izquierda del partido, la más comprometida con el tripartito. ¿Pero qué piensan los militantes? "Nuestros militantes son más anticonvergentes que los votantes, porque han sufrido en carne propia el menosprecio de CiU. En el momento de optar entre Mas y Montilla nuestro electorado estaba dividido casi al 50%", explica otro destacado dirigente republicano.
¿Y Artur Mas qué? Pues Artur Mas se ve a si mismo como víctima de una historia en la que no tuvo nada que ver. Él incluso se esforzó por tener buenas relaciones con ERC mientras fue conseller en cap de Pujol. Pero fue inútil. Heredó un partido fuerte, capaz de ganar elecciones pero no de tejer complicidades con nadie, aislado por su pacto con el PP. Esa fue la herencia, envenenada, que le dejó Jordi Pujol.
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