Este artículo se publicó hace 16 años.
De héroe a villano
Juan María Atutxa Mendiola (Areatza-Villaro, 1941) no es un hombre que se amedrente fácilmente, ni ahora ante la condena del Tribunal Supremo (año y medio de inhabilitación) ni cuando ETA intentó más de diez veces acabar con su vida cuando era consejero del Interior, entre 1991 y 1998. Entonces, era un héroe para muchos. Hoy parece un villano a los ojos de los más conservadores. Y él replica con rotundidad que "no": "Ni antes era merecedor de un aplauso tan sonoro, ni ahora puedo ser calificado como una persona connivente con el terrorismo, ni siquiera comprensivo. Sigo siendo el mismo que hace 10, 15, 20 años".
Juan María Atutxa, como Gorka Knörr (EA) y Kontxi Bilbao (EB), parece una víctima de la deriva que en ocasiones arrastra la política y hunde en las profundidades la siempre necesaria memoria histórica. Él asegura vivir esta situación con "una tranquilidad interna fantástica", pero confiesa también que es "muy sensible" y que difícilmente puede ser ajeno a las reacciones que ha provocado, desde el lunes, la condena del Supremo por su negativa a disolver, la pasada legislatura, el grupo parlamentario de Batasuna, Sozialista Abertzaleak en la Cámara. Ha escuchado por ello duros reproches, como el dispensado por el eurodiputado del PP Carlos Iturgaiz, que ha llegado a comparar a los tres encausados con "delincuentes". "Es curioso que lo diga un ciudadano que votó a dos manos. Me causa risa", dice Atutxa con humor, en alusión al episodio en que el otrora líder popular fue pillado in fraganti activando dos veces el botón del escaño del ausente aquel día Jaime Mayor Oreja.
Respaldo de rivales políticos
Sin embargo, el ex presidente del Parlamento vasco prefiere quedarse con las muestras de apoyo que está recibiendo, y no sólo de dirigentes y militantes de su partido, el PNV. "He recibido llamadas a título personal del partido socialista, pero también de militantes del PP, no de cargos. También me han llamado ex dirigentes y ex líderes políticos, sobre todo del partido socialista. Nos conocemos hace mucho tiempo. Sabemos del talante de cada uno", explica.
A lo largo de la entrevista en la Fundación Sabino Arana, que preside, habla con locuacidad de su trayectoria política y de su vida actual, más sosegada. "Ahora me retiro temprano a mi casa. Hago mucha vida familiar. Cuatro hijos, siete nietos... Mi familia es como una piña, siempre, desde la época en que mi mujer salía todas las mañanas a despedirme a la puerta cuando era consejero de Interior, y me preguntaba: ‘¿A qué hora vas a venir?'. Y le respondía: ‘Ya veremos'. Yo era consciente de una cosa, que ella alguna vez también ha reconocido: tenía la incertidumbre de si volvería o no. Pero así hemos vivido, y todos diciendo que ha merecido la pena".
Sus palabras no son huecas. Haciendo memoria, recuerda las sucesivas tentativas de ETA por acabar con su vida, desde que aquel ya lejano 7 de febrero de 1991 jurara por primera vez su cargo al frente de Interior. "Tras la desarticulación del comando Vizcaya, en 1994, no recordaban si eran cinco o seis las veces en que habían puesto el Renault 19 en el peaje de Usansolo con 50 kilos de dinamita. Otro día lo llevaron a Muxika, pero no fui. Otro día lo intentaron en Artea. También vinieron a la boda de mi hijo a poner la maleta debajo del coche en la basílica de Begoña". "¿Qué más?", se pregunta y evoca el intento del comando Araba de asesinarle, el 8 de enero de 1996, con un rifle en una concentración para pedir la libertad de Aldaya, secuestrado por ETA. Los terroristas también merodearon por una cantera cercana a su casa. "Querían sacudirme con un rifle".
Y así vive aún, llamando a sus escoltas cada vez que quiere salir de su domicilio. "Si no fuera por ellos, tú y yo no estaríamos hablando aquí ahora". Lo dice, eso sí, impertérrito con la seguridad de quien no se arrepiente de nada y cree que cumplió con su deber, como consejero de Interior primero y como presidente del Parlamento después, entre 1998 y 2003: "Nunca actué en defensa del grupo [de Batasuna]. Mi pretensión era no pisotear la Ley del Parlamento". Lo que es evidente es que Atutxa ha dejado huella tras cinco años alejado de la política. Si el lunes se conoció la sentencia, ayer aparecieron las últimas dianas con él en el centro.
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