Este artículo se publicó hace 15 años.
La inteligencia fusilada por el franquismo
Un artículo periodístico impulsa la búsqueda de la fosa de un íntimo amigo de Unamuno
El 12 de octubre de 1936 Unamuno ya sabía que no podría cumplir su promesa. Antes de comenzar su discurso como rector de la Universidad de Salamanca, por lo que entonces llamaban la Fiesta de la Raza, sentado junto a Carmen Polo y otras autoridades franquistas, garabateó unas palabras sobre la carta que le había enviado la mujer de un íntimo amigo suyo, el pastor protestante Atilano Coco preso desde hacía meses, interesada en saber cómo iba la negociación para liberar a su marido. "Venceréis, pero no convenceréis" fue el resignado broche final de su discurso, que provocó la rabia del general Millán Astray, plasmada en la famosa frase: "Muera la inteligencia".
Como ocurrió con otros intelectuales de la época, la voz de Atilano, maestro de una escuela protestante en Salamanca, fue silenciada para siempre por los franquistas antes de que acabara ese mismo año.
"Han asesinado a dos catedráticos de Universidad uno de ellos discípulo mío y a otros. Últimamente también al pastor protestante [Atilano Coco], por masón y amigo mío. A mí no me han asesinado todavía esas bestias al servicio del monstruo" (Epistolario inédito II [1915-1936], Laureano Robles, Espasa Calpe), aseguró el intelectual, que moriría pocos días más tarde, el 31 de diciembre.
La historia de Atilano se interrumpió ahí. Su cuerpo ha permanecido en paradero desconocido desde entonces, y hasta ahora no había pistas concluyentes sobre el lugar de su enterramiento.
Encuentro de dos inquietudesUn artículo aparecido en Público sobre la represión franquista en Salamanca despertó a la vez el interés de la Iglesia anglicana, que envió una carta al director, y de Isabel Pérez, una lectora de 85 años que aseguraba saber dónde se encuentra la fosa de Atilano.
Este diario propició el encuentro de Isabel con el obispo de la Iglesia Reformada en España, Carlos López. En la reunión, en el viejo Café Comercial de Madrid, la mujer aportó detalles del fusilamiento de Atilano, asesinado junto a su tío en Salamanca, y explicó al obispo cómo sus cadáveres fueron trasladados hasta un pequeño pueblo de Zamora.
Su relato ha permitido comenzar una nueva vía de investigación para localizar la fosa común que alberga los restos del íntimo amigo de Unamuno, 73 años después de su muerte.
"Sé dónde está enterrado Atilano. Le mataron con mi tío la noche del 8 de diciembre de 1936", empieza el texto que Isabel lleva preparando desde hace semanas y lee con voz entrecortada. "En 1936 murió la inteligencia", añade.
Varios hombres corrieron la misma suerte en aquella noche de diciembre grabada en la memoria de Isabel. El mètre del Gran Hotel su tío; el Timbalero, crítico taurino del periódico Adelanto; y el propio Atilano, entre otros, fueron fusilados por los golpistas en el monte de La Orbada, a 24 kilómetros de Salamanca.
"Están enterrados en el Cubo del Vino, en Zamora. Los hijos del Timbalero les siguieron y sacaron el cadáver de su padre. Vieron que había más muertos. Se lo contaron a mi prima y les identificaron por la ropa que llevaban y porque les vieron el día en que salieron de prisión", afirma la mujer. Desde entonces, nadie ha intentado recuperar los cuerpos.
Isabel continúa su relato y recuerda emocionada el sufrimiento de aquellos años: "Somos la generación del miedo. Podían meterte en la cárcel y tenías miedo ya no sólo por ti, sino por lo que pudieran hacerle a tu familia". Y precisa que "todavía hoy hay miedo de hablar". "Ya no pueden hacer lo que hicieron, pero son los mismos perros con distinto collar", advierte.
Carlos recuerda cómo desde pequeño soportó los prejuicios por su condición de protestante. Y cuenta que la mujer de Atilano, Enriqueta Carbonel, "acudió a ver al obispo católico de Salamanca para pedir su ayuda, pero él le dijo que sabía a lo que iba y no podía hacer nada".
"Con este tipo de cosas, se pierde mucha fe. ¿Cómo íbamos a creer en Dios?", replica Isabel. "Mucha, no, se pierde toda", se resigna Carlos, cuyo único objetivo, lejos de venganzas, es recuperar la memoria. "La única justicia que nos queda", dice.
Carlos entrevista ahora a los mayores del pueblo para fijar el punto exacto en el que excavar. "Previsiblemente, en primavera", confirma. Forenses de la Universidad de Alcalá de Henares ya están preparados para desenterrar otro resto de la inteligencia que fusiló el franquismo.
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