Este artículo se publicó hace 15 años.
La jornada de la prole
Los voluntarios hicieron las veces de policías municipales
"¡España, España, agitad vuestras banderas!", anuncia la megafonía, momentos antes de que empiece la misa de las familias en la plaza de Lima de Madrid. Se escuchan aplausos y las banderas se agitan, las españolas y las del Vaticano son las más numerosas. El animador se enciende: "Hoy ha salido el sol y todo gracias a Dios. ¡Ayer, lluvia! ¡Mañana, lluvia! ¡Pero hoy ha salido el sol para las familias!". Pero las caras están heladas, las narices rojas, hay muchos niños sentados en el suelo cubiertos por mantas de cuadros, otros se han subido a los árboles, muchos se aburren y hacen que juegan al fútbol.
Una mujer sentada en el asfalto del paseo de la Castellana le da a un bebé un taponcito con agua. Otra, con la misa ya empezada y en primera fila pegada a la valla, se queja: "La acústica retumba, no se entiende ¡Ni al Papa ni a nadie!". Benedicto XVI habla desde el Vaticano y la gente lo sigue por las pantallas gigantes. Se hace el silencio. "Luisa, vente que aquí hay pantalla", apremia un hombre a su mujer que, como la mayoría, lleva debajo del brazo el diario La Razón, repartido gratis en la zona desde primera hora de la mañana.
Entre el público, hay muchos italianos, como Andrea y Caterina, de Venecia, que están en Madrid "por la misa" y, una vez termine, se quedarán "de vacaciones". "El altar no se ve", protesta Andrea y, con las manos cubiertas con guantes, señala como un experto dónde se tendría que haber colocado Rouco Varela para tenerlo más visible. "Está escondido entre las tarimas y los árboles", continúa protestando el italiano. A Caterina, el espectáculo le parece "bello" e "interesante".
Los padres tienen a los niños subidos en andas y los agitan cada vez que se invoca, una y otra vez, la palabra familia. 30 años salvando vidas. Adevida, se lee en un cartel y la mujer que lo sostiene apostilla: "¡Somos número uno en Europa!".
Los voluntarios hicieron las veces de policías municipales
Se invoca también a la familia para "hacer una llamada a la generosidad", dicen en megafonía. Hay que sufragar la homilía. "¡Manda un SMS con la palabra Fami, F-a-m-i!". Si familia es la palabra más escuchada por los altavoces, entre el público se dice mucho la palabra prole que, según el diccionario, es el "conjunto numeroso de personas que tienen algún tipo de relación entre sí". "Es el día de la prole", asevera un matrimonio con, efectivamente, seis hijos a su alrededor. "Aquí, con la prole", dice otro treintañero a un colega mientras señala a una mujer que sostiene a un bebé.
Hay también varios adolescentes que, en plan pandilla y entre risas y empujones, recogen donativos en bolsas color púrpura. Los más jóvenes recaudan el dinero, pero también controlan la zona como si fuesen policías municipales. Toda el área está limitada por vallas azules y los voluntarios del Arzobispado de Madrid impiden el paso a los viandantes. "Por aquí no se puede cruzar" o "No se puede pasar sin acreditación" o "No saltes la valla", se escucha una y otra vez entre el tumulto de gente. "Mira qué suerte", se queja una mujer con tono de envidia al ver cómo una persona con la acreditación al cuello consigue que los voluntarios le abran paso.
La organización pidió a los asistentes mandar SMS para sufragar la homilía
Los vecinos que necesariamente tienen que cruzar la Castellana para llegar a sus casas se enfadan. Algunos se enfrentan, y otros dan a los enérgicos voluntarios por imposibles y dan toda la vuelta a la manzana.
Entre el trajín, llega la hora de la comunión y los sacerdotes se levantan acompañados cada uno por un voluntario. "¡Paraguas abiertos!", ordena alguien, y los voluntarios abren los paraguas, de color amarillo y blanco, como la bandera del Vaticano, para cubrir a los curas, pese a que ni llueve ni hace sol.
Los sacerdotes reparten la comunión en unas pequeñas vasijas de porcelana. Por la megafonía hablan de que van a venir unos "extranjeros y paganos". Y en esto aparecen los tres Reyes Magos, montados en camello, abriéndoles el paso una banda de música. Y Rouco y el resto cantan villancicos. La misa, poco después de la una de la tarde, termina. El paseo de la Castellana se llena de familias, o de proles, buscando un sitio donde comer.
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