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"Cuando llegue a España no seré un clandestino"

Un camerunés relata su incierta travesía del desierto tras el sueño de llegar a Europa

MAYTE CARRASCO

Din Achille acaba de llegar a Mali, hace tres años que intenta entrar en España sin papeles. Por tercera vez consecutiva, Argelia le impidió entrar. Din ha tenido que atravesar otra vez el desierto del Sáhara, aunque ahora en sentido contrario a su destino.

'Cuando llegue a España no seré un clandestino, porque tengo familia viviendo allí', anuncia confiado. Es camerunés y ha recorrido varios países empujado por su deseo de vivir en Europa.

'En el Sáhara la gente del desierto nos ha disparado, nos ha robado y nos ha dejado sin zapatillas y sin dinero. ¿No conocerás a alguien que nos pueda dar trabajo?', pregunta a la periodista.

Din es un refoulé, un 'rechazado', como los llaman en Gao, la primera ciudad habitada de Mali antes de llegar al Sáhara, el limbo de la inmigración ilegal, a unos 600 kilómetros de Argelia. Relata su historia sentado sobre una mochila, con un billete de autobús en la mano con destino a Bamako, la capital. Se lo ha proporcionado la Casa del Inmigrante, una institución creada para ayudar a los miles de cameruneses, guineanos o senegaleses que llegan a Gao.

'No pueden dejar a esta gente tirada, van a morir', alerta un cooperante de la Casa del Inmigrante

'Es increíble lo que ocurre aquí', explica uno de sus responsables, Alassame Baba Maiga. 'La Cruz Roja recoge en el desierto a unos 120 inmigrantes al mes. Ayer mismo recogimos a 50 en Kisa, pero allí se quedaron cinco veces más', cuenta el cooperante. Din viaja con otros dos hombres, Jimena y Digomé. 'Hemos hecho un largo camino. Hemos atravesado Nigeria, Ghana, Burkina Fasso, Mali. Y creemos que Argelia es un país racista y que nos rechaza por nuestro color de piel ', dice.

'Los argelinos nos tratan como animales', añade Digomé. 'A mí me detuvo la Policía, me juzgaron por no tener papeles y me metieron seis meses en la cárcel. Al salir de allí, me llevaron de vuelta a la frontera con Mali, volví a atravesar el desierto por la zona de Kidal, cuajada de bandidos. Y aquí estoy, en Gao otra vez', termina con resignación.

Los tres se miran con asombro cuando se les pregunta sobre la crisis económica mundial y el paro en España. 'Yo no tengo noticias de España. Todo lo que quiero es entrar. No sabemos nada, ¿qué crisis? Llevamos un año junto a la frontera argelina, en pleno desierto, intentando entrar en el país. No tengo ni idea de lo que ocurre en el mundo', señala Jimena.

Sostiene entre las manos una rosa roja de papel que lleva a su mujer, que vive en Francia. Lleva consigo el certificado de nacimiento de su hija y señala con insistencia el sello del Ayuntamiento de París. 'Llevo cuatro años sin verla. A veces hablamos por teléfono y me pregunta: Papá, ¿cuándo llegas?', recuerda.

'El Gobierno no hace absolutamente nada para solucionar esta situación, es una vergüenza. Nadie se ocupa de toda esta gente', sostiene Maiga. 'Les damos un billete para la capital porque allí tendrán más oportunidades de encontrar trabajo', dice.

El norte de Mali es una de las zonas más pobres de Africa, con una docena de ONG extrajeras y un turismo en declive por culpa de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Para sobrevivir, algunos de los inmigrantes rechazados son reclutados como trabajadores de las mafias en el tráfico de armas o drogas.

'Y el Gobierno de Mali, ¿qué hace?, ¿están durmiendo, o qué? Hay que buscar una solución para que vuelvan a su país de destino. Este es un país muy pobre, no podemos acoger inmigración clandestina, es imposible', insiste Maiga. Y se lamenta: 'No pueden dejar a esta gente tirada, van a morir en el desierto. Mali debería ayudar a estos hermanos africanos'.

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