Este artículo se publicó hace 12 años.
La mano invisible
Gestiones decisivas en la causa general contra Garzón
El magistrado Andrés Martínez Arrieta, ponente en el caso de memoria histórica contra Baltasar Garzón, presentó la semana pasada, el jueves, día 23 de febrero, su texto. Según fuentes fidedignas, dijo que si los otros seis magistrados no estaban de acuerdo, pues tendrían que buscar otro ponente. Era una manera de decir que su proyecto de sentencia era absolutoria. Este desenlace hubiese sido innecesario si, como parecía, la mayoría de la sala hubiera votado en las cuestiones previas, el pasado 31 de enero, anular el juicio por las presuntas irregularidades de la instrucción.
La reconstrucción de las horas que precedieron a la decisión del tribunal de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de continuar es una novela de no ficción para la cual cabría un premio importante. Porque arroja luz sobre la causa general emprendida por el Tribunal Supremo contra Garzón.
Y en esa reconstrucción hay una figura por la cual el abogado y novelista John Grisham, autor de bestsellers judiciales, estaría dispuesto a pagar, si hiciese falta. Ya sabemos que la realidad supera ficción. O si se prefiere, la realidad o la vida del Supremo imita, que diría Oscar Wilde, al arte o la ficción.
Esa figura es el ex magistrado Adolfo Prego. Este es el hombre que arropó en 2007, cuando era miembro del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), a dos magistrados al Tribunal Supremo: Luciano Varela y Manuel Marchena. Dos instructores de causas contra Garzón (víctimas del franquismo y cursos de Nueva York, respectivamente) y miembros del tribunal que le ha juzgado (grabaciones realizadas sobre las conversaciones entre los acusados presos del caso Gürtel y sus abogados, dos de ellos imputados y otros tres sin imputación alguna) y condenado a once años de inhabilitación por el delito de prevaricación.
Prego abandonó el Tribunal Supremo en septiembre pasado para ocupar un puesto en un bufete privado. ¿Y entonces qué pinta en esta historia? Pintó en sus antecedentes y ha pintado de manera privada y discreta a modo de mano invisible. "O la voz invisible", como bromea un ex magistrado.
¿Voz invisible? Cuando los magistrados de la sala que enjuiciaba los crímenes del franquismo mostraron cierta "debilidad" a la hora de considerar que quizá fuese mejor aprovechar las cuestiones previas para anular el juicio, Prego movilizó sus razonamientos a través del teléfono. Finalmente, cuatro magistrados votaron por continuar el juicio y tres en contra.
Según varias fuentes consultadas, el ex magistrado persuadió finalmente a uno de los jueces de la sala, Miguel Colmenero, ponente a su vez de la causa de las grabaciones en prisión, de que sería un desastre admitir las cuestiones previas porque ello suponía dejar al magistrado instructor Luciano Varela, también miembro de la sala de las grabaciones, a los pies de los caballos.
La relación de Prego con Colmenero es de una gran amistad y se remonta a los tiempos de su coincidencia en Segovia. Prego fue titular del juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Segovia desde 1983 hasta 1986 y más tarde ascendió a presidente de la Audiencia Provincial de Segovia, entre 1995 y 1998. Ese año, Prego y Miguel Colmenero, fiscal jefe en Segovia, pasaron al Tribunal Supremo, como magistrado y fiscal respectivamente. Prego pasaría más tarde al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y Colmenero sería magistrado del Tribunal Supremo. Ambos se reencontrarían en el Supremo con el regreso de Prego, al abandonar el CGPJ.
Prego arropó especialmente a Varela y a Marchena para el Supremo desde su posición en el CGPJ. Aunque de ideas aparentemente opuestas, y con puntos de vista diferentes ambos coincidieron en la implantación de la ley de jurado. Para Prego el nombramiento de Varela, presuntamente progresista, era una manera de compensar la candidatura de Marchena, conservador, al Supremo.
Prego fue apartado en junio de 2011 del tribunal que debía juzgar a Garzón al ser aceptada su recusación. En septiembre de 2011 solicitó una excedencia voluntaria para pasar a la actividad privada en el conocido bufete del abogado Ramón Hermosilla. Y su lugar en el tribunal que debía juzgar la instrucción de la causa de las víctimas del franquismo fue ocupado por el magistrado Andrés Martínez Arrieta, que asumió la ponencia. Martínez Arrieta, que sí apoyó la sentencia condenatoria en el caso de las grabaciones de Gürtel, elaboró una sentencia absolutoria en el caso de las victimas del franquismo que entregó el pasado jueves a los miembros del tribunal.
Fuentes solventes señalan que Prego influyó en la idea de que el juicio contra Garzón debía al menos celebrarse porque anularlo en la fase cuestiones previas hubiera supuesto tal varapalo para el instructor, Luciano Varela, y para los miembros de la sala que habían admitido y resuelto los recursos en el proceso de instrucción que la sala segunda del Tribunal Supremo como tal quedaría dañada.
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