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Los mármoles del crimen organizado

Los mafiosos de Europa del Este son discretos a la hora de delinquir, pero grandes amantes del lujo

ANTONIO GONZÁLEZ

Ya no hay duda de que a los integrantes de la mal llamada mafia rusa, de la que forman parte en realidad personas de muchos países de la Europa del Este, les gusta España, sobre todo la franja de costa que discurre desde Catalunya hasta Gibraltar. Atraídos por el clima, pero sobre todo por el crecimiento desordenado y desmesurado del sector inmobiliario de la última década, todo un paraíso para el blanqueo de dinero, los integrantes de estas bandas iniciaron hace años una “invasión silenciosa” del Levante español, tal como explicaba ya en 2005 el Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido.

A diferencia de los miembros de otros tipos de mafias, como las de origen italiano, estos delincuentes prefieren ser “discretos” a la hora de cometer sus fechorías, según indicó ayer a Público Alejandro Riera, autor del único libro publicado en castellano sobre estos criminales, La Organizatsja. Mafia Rusa, mafia roja (Editorial Arcopress). Aunque no se puede decir lo mismo de su vida personal.

A falta de conocer detalles más concretos de la operación Troika, el modus operandi de las organizaciones de la mafia rusa parece cortado por el mismo patrón. Ponen en marcha una compleja máquina de hacer dinero a partir de delitos como el tráfico de drogas y armas, la trata de blancas, la prostitución o las extorsiones para acabar con el blanqueo de dinero a través de inversiones millonarias en el sector inmobiliario. Sus gustos domésticos tampoco difieren mucho. Tal y como han comprobado en numerosas ocasiones los efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, estos mafiosos no pueden disimular su amor por el lujo.

Los grandes capos o avtoriety y los cabecillas, también conocidos como vor z zakone (ladrones de ley) habitan suntuosas mansiones en exclusivas urbanizaciones de Baleares y el Levante español, empapeladas hasta las tejas por mármoles de colores y latones dorados de dudoso gusto, y en sus garajes nunca faltan vehículos de alta gama de marcas Bentley, Mercedes, BMW, Jaguar o Ferrari. Pero, como ya se demostró en la operación Ballena Blanca en 2005, algunos no tienen tampoco ningún problema para pasar en apenas unas horas de ver la televisión en un lujoso salón decorado a modo de hortera templete romano, con columnata jónica incluida, a pilotar una avioneta particular o gobernar un lujoso velero amarrado en Puerto Banús camino de una apetecible cala de aguas color esmeralda.

Por supuesto, también forman parte del contenido de estas residencias de varios millones de euros numerosas joyas y elevadas sumas de dinero en efectivo, en ocasiones celosamente depositadas en habitaciones acorazadas, y armas de distintos tipos, incluyendo no sólo armas de fuego, sino también cuchillos y sables y algunos de los instrumentos de trabajo básicos para amedrentar y aterrorizar a las víctimas de sus chantajes, como los tristemente populares puños americanos y defensas eléctricas.

En cualquier caso, la suntuosidad de la que hacen gala estos ciudadanos del Este en sus residencias no es nada al lado de los saldos millonarios de sus cuentas bancarias en entidades de paraísos fiscales como las Bahamas o las Islas Vírgenes. Una forma de lujo mucho menos visible pero más satisfactoria para los que dirigen en la sombra estas organizaciones delictivas.

La mafia rusa u ‘Organizatsja’ es un claro ejemplo de cómo la globalización es un proceso que afecta a todos los ámbitos de la vida, incluso la delincuencia. Estos ‘ladrones de ley’, llamados así por seguir un estricto código de conducta interno, actúan como un grupo cerrado que sólo permite la entrada a los miembros de un mismo linaje –aunque suele haber colaboradores españoles externos–, lo que hace muy difícil la infiltración de agentes por parte de la Policía, que se tiene que conformar con sus confidentes.

Pero, a diferencia de otras mafias, la rusa no se limita a extorsionar a ciudadanos de su mismo origen, ya que no tiene prejuicios y ve el ‘negocio’ como algo globalizado. No en vano se trata de una organización con múltiples ramas y varios responsables repartidos por distintos países, para evitar que la detención de uno ponga en peligro al conjunto de la organización criminal.

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