Este artículo se publicó hace 17 años.
«Me conformo con un almacén»
Un hombre de Granada no encuentra empleo por su físico y pide un trasplante
Es auxiliar de químico, pero se conforma con trabajar en cualquier almacén donde nadie le vea. Antonio Puente de 30 años no logra despertar de la pesadilla con la que lleva viviendo desde que tenía nueve meses. Un incendio provocado por un brasero eléctrico le dejó el rostro completamente desfigurado, una mano casi inutilizada y un dolor que no logra superar cada vez que sale a la calle. “Le aseguro que he echado más de un currículum, pero nunca me han llamado”, cuenta Antonio.
Este joven de Alhendín (Granada) puede llegar a entender las barreras que su físico le acarrea en un trabajo de cara al público, pero no concibe por qué ni siquiera lo contratan en un lugar donde no tenga que hablar con nadie: “Sólo he conseguido algún puesto a lo largo de mi vida en talleres de empleos de las instituciones públicas”, cuenta Antonio, que sólo tiene una pensión de poco más de 300 euros. “¿Qué como se vive así? Con la ayuda de mis padres”, añade. Ha pasado tantas veces por el quirófano que no recuerda el número de operaciones a las que ha sido sometido. “Pero en ninguna he quedado bien”, dice.
Cirugía reconstructiva
Hace unos meses, Antonio se puso en contacto con el doctor Pedro Cavadas, el experto en cirugía reconstructiva que a finales del pasado año realizó el primer trasplante de manos en España a una mujer en el hospital La Fe de Valencia. “Me prometió que todo iba a salir bien, que iba a ir todo adelante y de repente se echó atrás y dijo todo lo contrario”, afirma Antonio. Los motivos para no realizar la operación, según aseguró el doctor Cavadas a este periódico, son médicos: “El balance riesgo-beneficio es perjudicial para el paciente”. El hospital granadino Virgen de las Nieves, donde ha sido tratado Antonio, también le desaconseja nuevas intervenciones.
En la actualidad, según la Clínica Cavadas, el principal factor que limita el trasplante de cara es la terapia de inmunosupresión: “Los fármacos utilizados para evitar el rechazo no son todavía suficientemente inocuos como para asumir el riesgo que conlleva su uso”. Pero a Antonio le pesa más el rechazo social con el que lleva conviviendo casi desde que nació, que el miedo a morir en quirófano. “Quiero que un médico me haga la operación como la que se hizo en Francia, así no se puede vivir”. El antecedente francés
En Francia, a finales de 2005, Isabelle Dinoire, víctima de mordeduras de perros que le arrancaron los dos labios y una parte de la nariz, fue la primera persona en recibir un trasplante parcial de cara. Hoy hace vida normal. “Me han trasladado que el equipo que hizo esa operación –dirigida por Bernard Devauchelle– me va a ayudar”, se consuela Antonio.
Ha sido insultado por sus compañeros de colegio, de instituto, nunca ha tenido novia, no tiene trabajo y el viento le da de frente con la sociedad en contra. Pero tiene el apoyo de sus padres y el de dos amigos, su amiga de Granada y su amigo de Jaén. Ahora Antonio confía en que los medios de comunicación –“también he salido en Canal Sur y en La Primera”, dice– contribuyan a difundir lo que para él es, hoy, una cuestión de vida o muerte: una cara nueva.
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