Este artículo se publicó hace 14 años.
"Si me quedo quieta, pueden matarme"
Berenice Celeita. Desde hace 23 años, trabaja en la Asociación para la Investigación y la Acción Social Nomadesc de Colombia
Àngel Ferrero
Berenice Celeita le debe la vida a un insumiso del ejército colombiano. Está viva porque el hombre que la siguió durante un año y medio para matarla se dio cuenta de lo necesaria que era la labor que desempeñaba y decidió no terminar su misión. Fue en 2004, cuando el teniente coronel Julián Villate Leal, ahora jefe de seguridad de una multinacional norteamericana instalada en Colombia, planeó exterminar a tres líderes sociales y defensores de los derechos humanos. Berenice Celeita era la tercera de la lista.
"En Colombia, el derecho a la vida, el más inviolable de todos, es el que más se vulnera", cuenta Celeita. "Debido a eso soy casi nómada. Quedarse quieta, instalarse definitivamente en una ciudad, es estar en peligro y correr el riesgo de que te ubiquen y te maten". Celeita habla serena. A pesar de llevar 23 años en la lucha por los derechos humanos y haber recibido por ello amenazas del ejército y de los paramilitares colombianos, no le tiembla la voz cuando recuerda la última advertencia de sus "enemigos": "Tenéis ocho días para abandonar la zona suroccidental. Si no lo hacéis, os mataremos". Berenice obedeció y se cambió de casa unos días, sin salir del país. "Dejar Colombia sería quitarme la vida", afirma.
"Las mujeres somos las que salimos peor paradas de la violencia social. Hemos sufrido las consecuencias del desplazamiento forzado de los hombres, nos hemos visto obligadas a sacar adelante a los hijos solas, lejos de la familia", denuncia Celeita. "Hasta que el tejido social de las comunidades no se reconstruya, no lograremos la igualdad", concluye.
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