Este artículo se publicó hace 13 años.
Medio siglo de terror
La banda ha centrado su estrategia en forzar la negociación con el Estado a través de la violencia. La Policía fue creciendo en eficacia mientras ETA ampliaba su abanico de víctimas
El anuncio de "cese definitivo de la actividad armada" que ayer hizo ETA pone fin a cinco décadas de terrorismo. En 1958, un grupo de independentistas, escindidos de las juventudes del PNV, acordó crear Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y Libertad), aunque no empezaron a asesinar hasta diez años después. Ha pasado medio siglo y ETA entierra el hacha de su emblema tras provocar una profunda herida. Es responsable de 829 muertes, del calvario de esas familias, de la huella en los secuestrados, de los desplazados fuera de Euskadi y de los que optaron quedarse para vivir escoltados. También del sumidero por el que se fue la juventud de cientos de sus gudaris encarcelados, arrastrando a unas familias que en ocasiones contribuyeron a llenar el caldero del odio al adversario.
Los años 1978, 1979 y 1980 conformaron su periodo más cruento. Mientras se extinguían grupos que compartían en Europa parte de su ideario, como la Baader-Meinhof alemana o las Brigadas Rojas italianas, ETA mataba más que nunca.
Fue en 1992, con la caída de la cúpula de Bidart, cuando comenzó el declive de la organización. Después de aquella operación de la Guardia Civil, ETA se repuso una y otra vez, pero su capacidad operativa nunca volvió a ser la misma. Ya se vislumbraba el fin del siglo pasado y el único espejo en el que se podía mirar, el IRA irlandés, inició su camino de retirada con los Acuerdos de Viernes Santo. Pero ETA rompió su tregua de 1999 y mató a 25 personas. Los últimos años de ETA han sido los de un grupo en retirada, castigado por los continuos golpes policiales, resistiéndose a claudicar.
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