Este artículo se publicó hace 17 años.
El mobing gana la partida a Robador 29
El 27 de noviembre es la fecha fijada para el deshaucio.
El suyo ha sido el caso más mediático de acoso inmobiliario. Tras cuatro años de cruzada, la foto de Manel González ha salido en casi todos los medios y se ha convertido un referente sobre mobbing inmobiliario. Pero la lucha de este héroe quijotesco contra los molinos de la especulación parece que llega a su fin. Perdida la guerra en los juzgados, ya tiene fecha de desahucio: el 27 de noviembre.
Arrendatario de un viejo piso en el barrio chino, "ahora Ravalandia", vio como su bloque en la calle Robador se vendía cuatro veces en dos años, multiplicando su valor en cada venta. A la tercera descubrió las irregularidades del caso al dirigirse al registro civil. Desde entonces ha librado una batalla en los juzgados para defender primero su derecho a compra y después su contrato de alquiler. De mientras, él y sus vecinos hacían frente a intentos de declarar la ruina del edificio, cortes de agua, inundaciones, abandono de la escalera, de los pisos vacíos, de la instalación eléctrica y un largo etcétera del que las paredes del deteriorado bloque son testigo viviente.
Luces y sombras
Ganó el primer juicio por el derecho a comprar el piso al precio al que fue vendido sin avisarle, pero lo perdió en segunda instancia: "No hay una jurisprudencia uniforme y al final depende de la decisión del juez", explica Manel. Después empezó la batalla por la vigencia de su alquiler, que se ha alargado hasta este verano, cuando la justicia falló de nuevo a favor de los propietarios, que han pedido fecha para el desahucio.
El principal éxito de haber mediatizado su caso fue "conseguir que la Generalitat forzase al Ayuntamiento a recolocar la mayoría de los desahuciados". Pero culpa a las administraciones limitarse a la asistencia social en lugar de defender los derechos de los afectados. A la hora de repartir culpas dispara con bala. A parte de los propietarios, acusa al registro civil de lavarse las manos y de no comprobar si hay inquilinos cuando se inscribe un piso en el registro como ‘libre de arrendatarios'. De la oficina contra el mobbing dice que "no sirve de nada", y que desalienta a los que quieren denunciar su situación.
Asegura que su caso es el más conocido, pero sólo en su calle puede recitar de memoria una larga lista de vecinos que se encuentran en situaciones parecidas: "A mí me han convertido en un experto en arrendamientos urbanos, pero el nivel cultural de la gente del barrio es muy bajo y no pueden plantar cara".
Manel concluye lacónico que "si al final me echan, esto evidenciará que si la administración no ha hecho nada en cuatro años, es porque no le ha dado la gana".
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