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Mucho más que la 1.325

La resolución de la ONU busca proteger a las víctimas en los conflictos bélicos

ANA ROSA ALCALDE*

Este año, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer tiene un apellido especial. Se llama diez años de la Resolución 1.325. Detrás de la terminología se encuentra el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acordando impulsar la protección de los derechos las mujeres y niñas en los conflictos armados, y reconociendo el papel de las mujeres en la construcción de la paz.

Detrás del número 1.325, se encuentran millones de mujeres que han participado en los más de 30 conflictos armados ocurridos en la última década. Mujeres que, como ya sabemos, han sido víctimas civiles de numerosos conflictos y han sufrido violencia sexual sistemática como arma de guerra. También han sido, como apenas sabemos porque se cuenta menos, combatientes, guerrilleras y niñas de la guerra.

Pero por encima de todo, han sido el único vínculo entre la destrucción y la vida, las diseñadoras y perpetradoras de acuerdos de paz, reconstructoras de vínculos y diálogo con los anteriores enemigos. Y cuando los procesos están en marcha, las ganancias de la paz no se han destinado a conseguir la igualdad de esas mujeres y el respeto de sus derechos. Esta es la principal lección de historia que recoge la Resolución 1.325.

Detrás de esos millones de mujeres se encuentran sus organizaciones, sus redes, sus espacios de encuentro. Sumando uno a uno, se crean colectivos para articular agendas y se exigen derechos frente a las violencias que sufren, en tiempos de guerra y en tiempos de supuesta paz. Porque es difícil afirmar que hay paz cuando el Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) estima que seis de cada diez mujeres han sufrido alguna vez a lo largo de su vida violencia física o sexual; o que cada 15 segundos, en alguna parte del mundo, una mujer es agredida.

Estas cifras alarmantes apenas están variando de año a año, y demuestran que el mensaje principal que tenemos que asumir las ciudadanas y ciudadanos del mundo es que la violencia contra las mujeres, por el hecho de ser mujeres, es un problema global de gran envergadura que afecta a todas las sociedades, y cuyas dimensiones trascienden todas las fronteras. Detrás de las organizaciones de mujeres, se encuentran las alianzas que estas llevan años tratando de tejer con otros actores. Con los estados más comprometidos, que van avanzando lentamente todavía, en políticas públicas y en sistemas de justicia más eficaces para eliminar la violencia de género, y en planes para garantizar la aplicación de la Resolución 1.325.

Trabajando con otras organizaciones de sociedad civil, que desde otros ámbitos no vuelven la cabeza ante la realidad patente de la violencia contra las mujeres y se comprometen para apoyarlas. Este es el caso de las organizaciones e instituciones que hemos promovido esta semana la campaña Tu Voz Cuenta (iniciativa de la sociedad civil en la que han participado 12 organizaciones, redes e instituciones) para visibilizar las violencias contra las mujeres en el mundo.

Finalmente, detrás de la Resolución 1.325 hay mujeres reales de carne y hueso. Algunas de ellas son mundialmente conocidas y marcan línea, pero la mayoría son mujeres anónimas y poco conocidas que contribuyen a cambiar el mundo. Un día como hoy debería contribuir a visibilizar su trabajo y el de sus organizaciones, porque, a pesar de los pequeños avances de estos últimos diez años, todavía queda mucho por hacer.

Las mujeres tienen su agenda. La primigenia, la más básica, es que se acabe de una vez por todas con las violencias que sufren las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres. En tiempos de guerra y en tiempos de pretendida paz.

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