Este artículo se publicó hace 14 años.
Muere atrapado en un depósito de ropa
El joven esloveno trataba de extraer prendas del contenedor
Un contenedor de ropa usada para fines solidarios se convirtió ayer, según la Policía Nacional, en una trampa mortal para un hombre esloveno de 24 años. Todo apunta a que la víctima se encaramó sobre el contenedor para sustraer algunas prendas de su interior. Con medio cuerpo adentro, la compuerta cedió y le cayó encima como una dentellada seca que le dejó sin respiración. Los servicios de urgencias tardaron 45 minutos en destripar el armatoste de hierro para poder desencajar el cuerpo.
El aviso a los servicios de emergencias se produjo sobre las 7.30 horas de la mañana, cuando algunos vecinos se percataron de que dos piernas sobresalían del contenedor, situado junto a las vías del tranvía, en el barrio de Benimaclet. "Ya están robando de nuevo", pensó Paco mientras se ponía el mono de escayolista, en una obra cercana. Los comerciantes de la zona están acostumbrados a que lo desvalijen.
Los vecinos dieron el aviso al ver unas piernas que sobresalían
Remedios tiene un quiosco y corrobora que inmigrantes de Europa del Este, "pero sobre todo familias gitanas, lo visitan a diario". El modus operandi "es casi un ritual", tal y como explica Silvia, que reside en un edifico próximo. La familia gitana aparca la furgoneta junto al contenedor. Uno de ellos vigila la posible llegada de policías. Otro levanta la compuerta y un tercero un niño pequeño se mete en el agujero. Le sujetan por los tobillos para que extraiga todas las bolsas. Silvia cuenta que a veces "los muchachos lloran porque está oscuro y porque la ropa está repleta de chinches y otros insectos". A continuación, hacen una montaña con todas las prendas, se prueban algunas y esparcen por la acera las que desechan.
Este método da a entender la complejidad de manipular el contenedor. "El joven que quedó atrapado debía de ser inexperto. Entrar allí solo es muy peligroso", asegura Silvia. La estructura cuenta con un sistema de palanca que se cierra de manera abrupta una vez se deposita la ropa. "La policía sabía que esto podía ocurrir. Era cuestión de tiempo", se lamenta Remedios.
Valencia cuenta con una treintena de este tipo de contenedores, que pertenecen a la Fundación José Martí Indra, que ayer no quiso facilitar información hasta que trascienda "una comunicación oficial". Esta red de depósitos de ropa cuenta también con el apoyo de Cáritas y de la Obra Social de Caixa Catalunya.
Los hurtos en estos contenedores son frecuentes, pero con tres participantes
Fuentes del Consistorio aseguran que se trata del primer accidente, que el sistema está implantado en otras localidades valencianas y que, en todo caso, no tomarán ninguna decisión sobre su posible retirada hasta que no se conozcan los resultados de la investigación, que desarrollan la policía y el Juzgado número 14.
La noticia circuló rápidamente por las calles de un barrio con una populosa población inmigrante y estudiantil. Acodado en la barra de un bar, David aseguraba que la calidad de vida de los extranjeros "se ha deteriorado con la crisis económica".
Buena prueba de ello es la legión de inmigrantes que a diario, a lomos de sus bicis, van de un contenedor de basura a otro en busca de chatarra, "pero sobre todo de ropa". La venta de prendas en mercados clandestinos se ha convertido en una alternativa en tiempos difíciles.
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