Este artículo se publicó hace 13 años.
Mujer bajo la lluvia
Rita Barberá la emprende con la democracia
La matraca de esa mujer es insaciable. Los oídos del respetable revientan con su bombeo de cazalla. Se arremanga la falda de tubo que para nada se parece a la de Greta Garbo y Katherine Hepburn (disculpen la comparación injusta) y suelta culebras por su boca de hembra zafia y displicente con los buenos modales que a todo dios y más todavía a un cargo como el suyo habría de exigirse.
Las paellas humeaban en Poble Nou y entre la palidez Photoshop del honorable presidente y los chistes casposos de ese prodigio de lo cutre que es Alfonso Rus, dejó en el aire con su vozarrón de trueno un estribillo que lleva repetido tres veces en lo poco que llevamos de campaña: los socialistas han llevado a ETA a las instituciones. Así de clara y contundente, así de cínica y culta en el arte del rencor, Rita Barberá buscaba en el húmedo auditorio el aplauso fácil a tamaña gamberrada contra la decencia democrática y el respeto a los tribunales.
La alcaldesa busca en su público el aplauso fácil a la gamberrada
La campaña recupera su doméstico olor a mercado en el paseo de las candidaturas por los puestos de frutas y pescado. La calle es un campo abonado para la sorpresa y las vallas publicitarias anuncian como pegatinas exageradas la voluntad de servicio de los retratados. Poco a poco los pasos impuestos por el marketing seguirán su curso y los despachos arderán con las idas y venidas de los funcionarios del partido. Ahí ellos con la libreta de notas llena como los diarios en clave de Ludwig Wittgenstein y el miedo a la muerte en su paradójicamente insegura travesía por la vida y por la filosofía.
Se augura eso de la muerte en el miedo a que unos contraprogramen lo del día siguiente y por eso los cuadernos de los otros son como garabatos chinos o facturas inextricables en las oficinas secretas de la economía sumergida. El aire electoral expande sabores de victoria allá por donde pasa y nadie va a perder la oportunidad de decir a los suyos que el mundo de los escépticos se alimenta de cobardes. Pero de momento se lleva la palma la mujer de rojo.
Los días que quedan hasta el 22 serán un reguero de excentricidades a cargo de la alcaldesa de una ciudad que podría ser hermosa si no fuera por personajes furibundamente fachas como ella. La lluvia caló ayer en los chistes malapata de Rus y en la pinta amojamada de Camps, mientras su amiga Rita la emprendía a mamporro limpio con la democracia. Ella es así. Y tanto que es así. Y tanto.
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