Este artículo se publicó hace 17 años.
Ni etarras, ni Titadyne, ni conspiración
La sentencia del 11-M desmonta con contundencia todas las teorías que querían implicar a la banda armada en la masacre
Ya no hay agujeros negros. La sentencia del 11-M cerró ayer definitivamente cualquier atisbo de duda sobre la autoría del mayor atentado de la historia de España: fue una célula islamista. De ETA, ni una sospecha. De hecho, el tribunal sólo menciona a la organización terrorista para asegurar que ninguna prueba, ningún informe y ninguna declaración avalan la tesis expuesta en el juicio, día tras día, por aquellas defensas y acusaciones alineadas con la llamada teoría de la conspiración.
Los 721 folios de la sentencia son demoledores también con el resto de las “especulaciones, insinuaciones, elucubraciones o hipótesis basadas en hechos negativos” manejados por los agujerólogos durante la vista. Y, para ello, los miembros del tribunal utilizan un sencillo instrumento: “Las reglas de la lógica y de la experiencia”.
Esa “lógica” y “experiencia” es la que lleva a los tres magistrados a determinar que el tipo de explosivo que estalló en los trenes fue dinamita plástica “tipo goma” y que “todo o en gran parte procedía de mina Conchita”. Del Titadyne, sólo referencias al hablar del informe elaborado por los ocho peritos, y que al tribunal le sirve únicamente para añadir que, no obstante, no se puede “descartar la presencia de pequeñas cantidades de otras marcas o clases de dinamitas”.
También por “lógica” y “experiencia” la sentencia recalca que la mochila bomba número 13, la que fue desactivada y dio las primeras pistas sobre los autores de los atentados, “es auténtica” y se encontraba entre los enseres recogidos en la estación de El Pozo. Los magistrados rechazan los intentos de invalidarla como prueba ya que, recalcan, “no existe la
ruptura de la cadena de custodia” que alegaban algunos letrados de la conspiración.
La cinta de la Mondragón
Un argumento similar es el utilizado para avalar la célebre furgoneta Renault Kangoo, sobre la que se extendió la sospecha de que había sido rellenada de objetos después de su hallazgo con el único fin de dirigir las investigaciones hacia la pista islamista. “La cadena de custodia está plenamente acreditada”, confirma el tribunal sobre un vehículo en el que destaca que aparecieron detonadores, restos de explosivo, una cinta de versos coránicos y otra “de la Orquesta Mondragón”.
Por “lógica” y “experiencia”, el tribunal tira también de un plumazo el intento de anular la investigación sobre la tarjeta de teléfono móvil que debía haber activado la bomba desactivada. Los agujerólogos alegaban irregularidades en la investigación y una supuesta falta de control judicial. El tribunal, sin embargo, asegura que aquella se realizó “bajo un control judicial directo e inmediato”, y añade que la actuación del responsable de seguridad de la compañía de telefonía fue “irreprochable”, al facilitar rápidamente los datos que permitieron hacer las primeras detenciones.
La “lógica” y la “experiencia” son también las que permiten a los jueces demoler las insinuaciones de que los suicidas de Leganés no eran tales, sino que fueron colocados allí ya muertos, y que sus cadáveres no fueron sometidos a las preceptivas autopsias. Tras detallar los numerosos estudios forenses realizados a los cuerpos sin vida de los siete terroristas, la sentencia cierra la polémica asegurando que del análisis de todos éstos sólo se puede concluir que la muerte de los islamistas “responde a una etiología violenta de carácter suicida”, fruto de “una onda explosiva de gran intensidad”.
Párrafo para ‘agujerólogos’
La sentencia incluye un párrafo en el que desenmascara la táctica utilizada por los agujerólogos durante todos estos años: “Como en muchas otras ocasiones a lo largo de este proceso, se aísla un dato –se descontextualiza– y se pretende dar la falsa impresión de que cualquier conclusión pende exclusivamente de él”. Es entonces cuando los magistrados recuerdan “la obligación de la valoración conjunta [de la prueba] que permita, mediante el razonamiento, llegar a una conclusión según las reglas de la lógica y de la experiencia”. Lo dicho.
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