Este artículo se publicó hace 13 años.
"No busco venganza"
Alfons Cànovas es testigo en la querella por los bombardeos fascistas en la Guerra Civil
Alfons Cánovas tiene 93 años que no aparenta. Cada día acude a la joyería familiar en la Barceloneta. En la misma casa en la que ha vivido toda la vida. "Aquí", recuerda, señalando la estrecha calle del barrio marinero de Barcelona, "se plantaron los camiones que reclutaban a jóvenes para ir al frente de Aragón y me fui con ellos". El enfado con su novia le empujó a tomar esa decisión apresurada aunque luego pasó se casó con ella y Alfons regresó. "Pero la guerra me quitó a mi padre", recuerda. Ahora, 73 años después de la muerte de su progenitor, Alfons es uno de los testigos en la querella que la asociación de italianos progresistas residentes en España AltraItalia interpondrá mañana (día de la República en el país transalpino) ante la Audiencia Nacional de Madrid.
Su padre trabajaba en lo que ahora es el Palau de Mar y antiguamente fueron los Depósitos Comerciales, donde llegaba todo tipo de mercancías. Alfons estaba en el frente y, precisamente ese día, el 19 de enero de 1938, fue el único en el que coincidió con sus otros dos hermanos, también movilizados. "Fue tristemente emotivo y de pura casualidad, juntos supimos que habían caído bombas en la Barceloneta, pero hasta ocho días después no supimos que habían matado a nuestro padre", dice.
"¡Mataron a mi padre! Si no los puedo olvidar no los puedo perdonar"
"Mis hermanos estaban más politizados y se fueron de España tras la guerra. Yo no. Nadie me podía acusar de haber quemado iglesias... Creí que mi deber era quedarme con mi madre viuda. Me presenté en la Comandancia de Marina, donde ¡me encontré a un jefe mío en el frente! ¡Resulta que era un espía de los nacionales...! Me trató bien porque sabía que yo no hice nada malo en la guerra. Parece una película pero no, fue así".
Alfons fue luego teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona durante la Transición como independiente ("aunque tiro hacia la izquierda", subraya). Ahora, se muestra agradecido ante la iniciativa de los italianos y del Memorial Democràtic de Catalunya. "Pero no quiero que se piense que buscamos una venganza. Yo querría perdonarlos, pero no puedo, y no lo digo con ánimo de revancha. Si no los puedo olvidar (¡mataron a mi padre!), no los puedo perdonar. Pero eso no quiere decir que quiera que los hubiesen buscado y matado, porque si no esto no acabará nunca".
La actitud de los aviadores, que siempre se sintieron orgullosos de aquel acto criminal, le molesta porque "demuestra que no era con buen propósito". "Nacemos todos bajo el mismo sol... y a mí me encanta Italia", concluye.
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