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Qué ha pasado con el voto socialista el 20-N

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

El 20-N el Partido Popular incrementó sus votos de electores residentes en España en 660.000 respecto a 2008; el PSOE los redujo en 4.090.000. El partido ganador sólo ha perdido votos, en cantidad significativa, a favor de UPyD y por la división de su electorado en Asturias; de los votos nuevos que ha obtenido, pocos pueden provenir del saldo de altas y bajas de electores, y en su mayor parte sólo pueden llegarle de electores socialistas, unos 900.000 (un 8% del voto del PSOE de 2008).

El Partido Socialista, en cambio, ha perdido votos en todas direcciones. Aparte de las abstenciones y votos en blanco (más de un millón y medio) y de sufragios transferidos al PP, otro millón y medio de votantes de 2008 votó esta vez a otros partidos. Lo más significativo de estos flujos de voto es que se han producido en direcciones por completo dispares y con motivaciones distintas: el PSOE ha perdido, a la vez, la imagen de partido de Gobierno y la de partido de oposición.

El PSOE ha perdido su imagen de partido de Gobierno. Aunque ello no haga justicia a la actuación de Zapatero -cuya trayectoria en los dos últimos años se guió por la decisión de actuar según lo que entendía que eran criterios de Estado aun a costa de sus criterios de partido ('cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste')-, la idea generalizada con la que llegó el PSOE a las elecciones fue que había sido incapaz de hacer frente a la crisis, que no había asumido su responsabilidad ni había sabido gobernar, y que era necesario sacarlo del poder. Una parte de quienes pensaban así creían también que el Partido Popular -pese a la oposición exclusivamente negativa que había hecho- era más adecuado para gobernar el país y que, en todo caso, no lo haría peor que los socialistas. Eso explica los votos de 2008 que se han transferido del PSOE al PP en 2011.

Por otra parte, el PSOE ha perdido también su imagen de partido de oposición, de partido de la izquierda frente a la derecha, del progresismo radical frente al conservadurismo y la reacción. No sólo las medidas antipopulares y la falta de medidas que pudiesen afectar negativamente a los intereses del capitalismo financiero, o de los ricos en general, sino también sus retrocesos, indecisiones y demoras ante la ofensiva de la Iglesia y de los movimientos integristas han transmitido la impresión de que los socialistas, hoy, no representan realmente a la izquierda. La mayor parte de los votantes de 2008 que han dejado de votar al PSOE en 2011, aunque es probable que compartan también la opinión de que ha gobernado mal, han motivado con esa imagen su abstención o su trasferencia de voto a otros partidos.

Pero hay que notar que estos dos fenómenos se distribuyen de modo muy distinto en el territorio español. Hay una parte de España en la que ha sucedido, sobre todo, que el PSOE ha perdido su imagen de opción de Gobierno y, en consecuencia, una parte de sus votos se ha transferido al Partido Popular o a otras opciones de gobierno territorial, como CiU o el PNV. Y hay otra parte de España en la que el PSOE ha perdido, sobre todo, su imagen de oposición, y sus votos se han trasferido a otras listas, como las de IU y la izquierda radical, Equo y PACMA, o UPyD.

El análisis de las transferencias del voto socialista de 2008 es engañoso cuando se realiza sobre el agregado nacional. Al realizarlo sobre las circunscripciones (o los agregados de comunidad) puede verse claramente que ha habido dos tipos muy distintos de flujos de votos. En todas partes una fracción muy importante del voto socialista -como mínimo un tercio de sus pérdidas- ha ido a la abstención o al voto en blanco. Pero, aparte de ello, en unos territorios la mayoría del voto perdido ha sido transferido al PP en mayor proporción que a los partidos de izquierdas, mientras en otros territorios muy poco voto socialista ha ido a las candidaturas populares y casi todos los que no se han abstenido han transferido su voto a opciones alternativas de oposición.

El PSOE ha perdido la imagen de Gobierno allí donde conservaba una posición política hegemónica o gobernante (al menos hasta las elecciones autonómicas últimas): Andalucía, Galicia, Asturias, Castilla-La Mancha, Aragón, Balears y Extremadura (e incluso, de un modo especial, Cantabria y Canarias), por una parte, y Catalunya y Euskadi, por otra. En las primeras, el voto al PP (o, en el caso asturiano, a su doble regional, el Foro de Álvarez Cascos) ha recibido de votantes socialistas cerca de 700.000 votos, mientras las alternativas de oposición en esos territorios pueden haber recibido poco más de 500.000. En el caso de Catalunya y Euskadi, la alternativa al PSOE como partido de Gobierno lo representan también CiU y el PNV. Aquí el voto socialista se ha dividido según la identificación nacional de sus electores: la fracción antinacionalista de ese electorado ha trasferido voto al PP; y el resto, mayoritariamente, a CiU y al PNV, y en una proporción menor, a las candidaturas de izquierdas.

En cambio, en donde el PSOE había perdido hace tiempo la imagen de alternativa de Gobierno y le tocaba desempeñar una función crítica y de movilización social, lo que pierde ahora es imagen de oposición. Eso sucede en Madrid, Comunitat Valenciana, Murcia, Castilla y León, La Rioja y Navarra. En estos territorios, aunque el PSOE pierde 1,3 millones de votos, el Partido Popular recibe poco más de 100.000 votos socialistas y los electores que habían apoyado a Zapatero en 2008 se han repartido por mitades entre la abstención y las opciones alternativas de oposición.

En conclusión, por lo que indican los resultados, la estrategia del PSOE durante los últimos años parece haber sido la peor en una perspectiva electoral. Como partido de Gobierno ha parecido incapaz y como partido de oposición nulo, y, en uno u otro papel, ha perdido un tercio de su electorado.

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