Este artículo se publicó hace 16 años.
El plan catalán para llevarse el gato al agua
El conseller de Economia ha urdido una estrategia envolvente y en diferentes frentes que empieza a dar frutos
Que nadie se engañe. El conseller de Economía, Antoni Castells, del PSC, sabe que el resultado de la negociación sobre la financiación no dependerá de sus incuestionables dotes académicos ni de la ventaja que le da el ser considerado uno de los principales expertos en la materia. Lo que va a decantar la balanza será su dominio de la política, es decir, de la estrategia que se siga para que el acuerdo sea aceptable para todos. En definitiva, que no haya perdedores, sólo ganadores.
Detrás de la apariencia de afable profesor universitario se esconde un apasionado de la política que disfruta hablando con periodistas sobre los entresijos del poder. Castells afronta la negociación con ases en la manga y la experiencia del proceso estatutario, tan frustrante según como se mire, presente. Éste es su plan.
1. Retaguardia unida
La primera lección es que tu retaguardia debe de estar unida. Por eso teje un acuerdo con CiU para implicar a la federación. El objetivo es doble. Por una parte, Castells espera evitar el desgaste que supondría tener que aguantar críticas en el frente interno a su gestión. Pero sobre todo quiere lanzar un mensaje claro a Madrid: de esta negociación no depende sólo contentar al tripartito, sino que también está en juego el eventual apoyo de los 10 diputados de CiU al PSOE.
2. Todos contra el Estado
La segunda lección es focalizar la crítica en el Gobierno central y no en las comunidades que más se benefician del actual sistema. El argumento básico es que el sistema actual es injusto con todas las autonomías mientras que el Gobierno estatal alardea de superávit y traspasa su déficit a las autonomías. Que además sea especialmente injusto con Catalunya (o con Madrid o Baleares) es secundario. Por mucho que le provoquen desde otras comunidades, Castells sólo piensa disparar contra Madrid ya que sabe que el Gobierno y el PSOE piensan utilizar a Andalucía y a Extremadura como fuerza de choque.
Catalunya quiere asumir el mismo rol que durante el Estatut y convertirse en el ariete que arranca recursos al Estado para traspasarlo a las autonomías. Castells sabe que si el debate se sitúa entre “ricos” y “pobres” tiene la partida perdida de antemano.
Su propuesta es liderar el poder autonómico, que soporta la mayor parte del gasto social, frente el central, que goza de una suficiencia financiera mucho mayor, aceptando el principio de que ninguna comunidad puede perder respecto a lo que tiene ahora con el nuevo modelo.
3. Desactivar al PP
La tercera pata del plan es tejer complicidades con comunidades del PP como Valencia o Madrid. La razón es sencilla. Durante el trámite del Estatut la ofensiva del PP asustó al PSOE y le hizo recular. Llegando a acuerdos con barones populares Castells desactiva la oposición de Génova. En el fondo, quiere sacar provecho de la debilidad de Rajoy, incapaz de frenar a sus barones en las reformas estatutarias y ahora, cuando se trata del dinero, lo va a ser todavía más.
4. El factor Chaves
Y finalmente, la cuarta pata es conseguir un acuerdo con Andalucía. Éste es el paso más complicado pero crucial. Sin Andalucía, y por ende sin el PSOE, la apuesta catalana está condenada al fracaso. Para convencer a los andaluces el conseller cuenta con un argumento de peso: actualizar la población. Si Catalunya la ha aumentado en casi un millón de personas en los últimos años Andalucía también lo ha hecho otro tanto. Como el sistema actual se calcula sobre el censo de 1999 ambas comunidades tienen cada año pérdidas millonarias.
A cambio, Catalunya no pondrá peros al aumento del Fondo de Suficiencia o de otros instrumentos de nivelación que no afecten a la financiación de la Generalitat.
En suma se trata de una estrategia envolvente, con diferentes frentes, y sin interferencias externas o internas. El objetivo final es que Pedro Solbes se encuentre en el último momento entre la espada y la pared, que se acepte el principio de que las autonomías son tan Estado como el ejecutivo central y que hay que distribuir recursos según las necesidades reales, sin prejuicios ideológicos. Los mismos prejuicios que la derecha explotó durante el Estatut y que ahora cierta izquierda puede blandir.
Principios federalistas
Hasta ahora no se puede decir que le haya ido mal a Castells. No sólo se ha conjurado el fantasma de una improbable postergación de la negociación, defendida entre otros por Felipe González, sino que ha conseguido que el Estado acepte dos principios básicos del federalismo: la nivelación parcial y la corresponsabilidad fiscal. Es decir, que los mecanismos de solidaridad no tienen que suponer una penalización a las comunidades más dinámicas y que, además, cada cual debe rendir cuentas de su gestión.
La negociación será dura, a cara de perro incluso, pero Castells confía en llevarse el gato al agua.
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