Este artículo se publicó hace 17 años.
Plaza en vez de patio, unidad para madres y talleres productivos
Los nuevos centros de inserción suavizan la atmósfera carcelaria
La iconografía cinematográfica generada alrededor de las cárceles, con sus gruesos muros coronados por verjas, la atmósfera opresiva y la obligada homologación del comportamiento, apenas encuentra reflejo en los nuevos Centros de Inserción Social (CIS). Son, en sentido estricto, cárceles, pero intentan parecerlo lo menos posible. El último ejemplo es el CIS de Sevilla, inaugurado el 3 de julio tras una inversión de 12,2 millones. Con 208 habitaciones y 416 plazas concebidas para presos en la última fase de sus condenas, es el más grande de España.
Bautizado como Luis Jiménez de Asúa en homenaje al penalista republicano exiliado durante el franquismo, el centro “está cerrado pero no se nota”, en palabras de su arquitecto, Luis González-Gaggero.
El centro cuenta con siete edificios, de los que tres están destinados a reclusos en habitaciones dobles con literas, y el resto, a funcionarios y zonas comunes como comedor, cafetería-economato, sala de estar, biblioteca, gimnasios, canchas deportivas y talleres. En dos de estos talleres se elaboran productos para su venta en el exterior. Los patios no son tales, sino “plazas” con pérgolas para dar sombra, según González-Gaggero.
Los edificios están unidos por muros, aunque estos están diseñados para ocultarse a la vista. Dos dormitorios, uno de ellos para discapacitados, permiten el contacto vis a vis. Al área de enfermería asistencial se sumará en breve una unidad de madres para reclusas con hijos menores de tres años. Actualmente, hay 12 CIS en toda España, que se convertirán en 37 cuando concluyan todos los que están en obras o programados.
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