Este artículo se publicó hace 16 años.

Un posible genocidio de más de 135.000 víctimas

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La cámara de gas fue el frío de la cárcel de Burgos
El 28 de julio de 1936, apenas diez días después de ponerse en marcha el golpe de Estado, el general Francisco Franco aceptó ser entrevistado por el Chicago Daily Tribune. El periodista Jay Allen transcribió la conversación que mantuvo con el jefe de los sublevados de la siguiente manera:

-Allen: ¿No hay posibilidad de tregua, ni de compromiso?
-Franco: No. No. Decididamente, no. Nosotros luchamos por España.
Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio.
-Tendrá que matar a media España-, dije. Entonces, giró la cabeza, sonrió y mirándome firmemente dijo:
-He dicho que al precio que sea...

El plan para acabar con cualquier foco de desafección fue seguido con precisión en la zona noroeste de España. En apenas tres meses, llegaron a morir en Castilla y León cerca de 14.500 personas. De hecho, fueron aniquiladas corporaciones municipales enteras, como la de Aranda de Duero. La escasa o nula resistencia al golpe provocó un exterminio rápido, pero los años de la guerra y, sobre todo, los de la posguerra fueron terribles.

"La cámara de gas era el frío de la cárcel de Burgos", explica el historiador Francisco Moreno.

Los hijos de los fusilados, ahora ancianos, reunidos en Aranda hace apenas un mes para celebrar un homenaje a los republicanos, mostraban su estupefacción por los miles de muertos que se registraron en sus tierras, donde ellos no recordaban que estuviera nunca el frente de guerra. "Además, no se mató a ninguno de los suyos", recordaba un represaliado.

El investigador Luis Castro advierte de que, efectivamente, el frente quedó lejos, pero Asturias estaba muy cerca. Muchos jóvenes republicanos se fueron a defender al Gobierno en esa región.
Cuando ellos se marcharon, sus parientes de León, La Rioja o Zamora tuvieron que soportar la presión de los falangistas, que les interrogaban para saber su paradero. Muchos familiares pagaron con la muerte sus esfuerzos por proteger a los suyos. "Un 2% de las víctimas fueron mujeres", explica Castro.

Las tácticas coloniales que barrieron el sur
El historiador Francisco Espinosa, autor de los informes más fiables de la represión franquista en Sevilla, Huelva y Badajoz, está seguro de que si se cruzaran los nombres de los fusilados con los que meses atrás habían impulsado la reforma agraria, se explicarían miles de muertes indiscriminadas. La economía, otra vez, como motor de los movimientos sociales de la historia.

Francisco Moreno, responsable de varios de los mejores estudios sobre Córdoba, añade otra explicación, de corte menos marxista, de la sangrienta represión en el sur. "La desgracia fue estar más cerca de África". En su opinión, el elevado número de desaparecidos en Andalucía se debe, en gran parte, a las agresivas tácticas del ejército colonial que aplicaron los sublevados en las colonias africanas. "Es simple: en el norte fue mejor porque la represión fue ejercida por castellanos, como llamo yo a los españoles", aclara. El número de fallecidos a causa de la guerra en toda la comunidad autónoma asciende a más de 50.000 personas. Y, como ocurre en el resto de España, estos datos sólo pueden crecer. Fosas gigantes con centenares de represaliados bajo tierra, como la de Órgiva en Granada, permanecen sin investigar.

Las consultas en los archivos militares han destapado claves de cómo fue el verano del 36 en las capitales de provincia. Los cementerios se convirtieron en paredones. Una orden del Gobierno Civil de la provincia de Huelva, fechada el 6 de mayo de 1937, exige al alcalde del municipio lo siguiente: "Sírvase dar las órdenes oportunas a fin de que desaparezcan de las paredes de todos los edificios (...) las huellas de los impactos de bala y, especialmente, los que haya en el cementerio". La explicación que sigue para justificar la orden no es menos fría: "Por el pésimo efecto que produce a los viajeros a su paso por los pueblos y a cuantas personas lo observan".

Las únicas provincias que reflejan un número menor de muertos a consecuencia de la represión franquista son Jaén y Almería, ambas en poder republicano hasta prácticamente el final de la Guerra Civil. Hasta el 1 de abril de 1939.
 

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