Este artículo se publicó hace 16 años.
Pujol desempolva el fantasma del 36
Pidiendo contención general, el ex presidente catalán y líder histórico de Convergéncia, Jordi Pujol, repartió ayer mandobles a diestra y siniestra por el clima de enfrentamiento entre el Gobierno y la jerarquía católica. Y lo hizo para terminar diagnosticando que la tensión ha alcanzado tal grado que la carrera hacia las elecciones hace "revivir episodios de las del 36".
¿Culpables? El "laicismo exagerado" de sectores del PSOE que en ocasiones le hace sentirse "agredido" y la posición "integrista" de parte de la Iglesia, resumió salomónicamente antes de partir una lanza en favor del abad de Montserrat, una de las escasas voces del catolicismo con cargo que se han desmarcado de la nota episcopal que orienta el voto hacia el PP.
Pujol lo dijo en el almuerzo de presentación en Madrid de la edición castellana de la primera entrega de sus memorias, Historia de una convicción, que abarcan sólo hasta 1980. Fue allí donde quien acababa de definirse como un "soldado del derrotado ejército del cardenal Montini [el aperturista Pablo VI]" rompió su norma escrita de no exteriorizar en demasía las emociones. Y lo hizo para enzarzarse en un breve pero tenaz encontronazo con uno de los asistentes por el paralelismo con los meses prebélicos y el número de religiosos asesinados entre julio y octubre de 1936: "5.000 o 6.000 en Catalunya", cifró mientras los comensales porfiaban por seguir el hilo del rifirrafe sin desistir del civilizado confit de pato con grosellas. "La verborrea agresiva, no", conminaba el líder catalán. Y algo más, de nuevo salomónico o "centrista", por utilizar su terminología: la jerarquía católica "se ha desbandado [con el litigio de Educación para la Ciudadanía], pero el Ministerio, también".
Un no por "dignidad"
Como recordaron con puntillosa e inútil periodicidad el propio Pujol y su presentador, Ángel Gabilondo, rector de la UAM, poco o nada de lo anterior tenía que ver con el libro. Tampoco el asunto de la "desafección o desapego" entre Catalunya y España, enunció parafraseando al actual president, el socialista José Montilla, ni la cuestión de los hipotéticas alianzas poselectorales. Pero ambos asuntos saltaron al coloquio. Pujol, paradigma del pactismo democrático, acabó pronunciándose sin ambages en lo relativo a los pactos. Y, desde luego, en dirección opuesta a la que parece haberse convertido en línea directriz de Josep Antoni Duran, cabeza de CiU al Congreso: acuerdos estables, ni con el PP ni con el PSOE, proclamó. No al PP por "dignidad", dijo. O sea, por ser "el responsable de las campañas" contra Catalunya. Y no al PSOE por esto: "Porque nos ha engañado de manera constante en esta legislatura". Sus opiniones, remarcó, llevan hoy el sello de lo estrictamente personal. Pero todo el mundo tomó nota cuando dibujó con vitriolo el siguiente retrato de Zapatero: "O es un hombre ligero, o que engaña o ambas cosas". Pero lo importante, apostilló a modo de aviso para navegantes de Moncloa, es que en las elecciones "se note que maltratar a Catalunya no sale de balde".
Y algunos bolígrafos corrieron también al galope cuando Pujol desgranó las tres claves del estado actual de la cuestión catalana: "En estos últimos años, los catalanes hemos cometido errores que luego diré. No nos hemos gustado, no hemos gustado al resto de España y el resto de España no nos ha gustado". Pero la prometida nómina de errores quedó para otra ocasión.
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