Este artículo se publicó hace 14 años.
"Quiero que mis hijos decidan sus creencias de mayores"
Los padres de Almendralejo que han conseguido que quiten los crucifijos del colegio de sus hijos reivindican un Estado aconfesional. Denuncia que la enseñanza religiosa sirve para adoctrinar
Lorenzo Losada y Ana Isabel Lago se casaron por la Iglesia. Querían satisfacer a sus padres, católicos practicantes. "Sabíamos la ilusión que les hacía y quisimos hacerles felices", explica la pareja, que se confiesa agnóstica. Desde el día después de la boda, empezaron a actuar de acuerdo con sus convicciones y no como el entorno que les rodeaba hubiera deseado.
Su lucha porque sus hijos no crezcan adoctrinados por unas creencias religiosas desde pequeños concluyó en septiembre. Entonces consiguieron que el colegio público Ortega y Gasset de Almendralejo (Badajoz) retirara los crucifijos de las aulas donde estudian sus dos hijos.
El Ortega y Gasset tiene actividades religiosas aunque es un centro público
"Cuando nacieron, decidimos que no recibieran enseñanzas religiosas, que lo que hacen es adoctrinar. Queremos que cuando sean mayores tomen la decisión que crean oportuna. Intentamos seguir una línea coherente con lo que queremos: una enseñanza laica, tolerante con todas las creencias", aseguraba ayer Lorenzo, que recibió a Público en su domicilio, en una céntrica calle de Almendralejo.
Rodeado de libros, Lorenzo Losada, de 52 años, profesor de Historia y Arte en un instituto del municipio y portavoz del PSOE local, hace balance de los años que han transcurrido desde que él y su esposa decidieran poner fin al catolicismo militante que se profesa en la escuela de sus hijos y defender así su derecho a vivir en un Estado aconfesional, tal y como dicta la Constitución.
Cuando la semana pasada su victoria saltó a las portadas de los periódicos, su teléfono móvil comenzó a echar humo y el pueblo, de 33.000 habitantes, se convirtió en un plató de televisión callejero. "No somos héroes, sólo seguimos defendiendo aquello en lo que creemos, que es en lo que se luchó en los años de la Transición", insistía ayer Losada.
"Hay que mantener la neutralidad, los niños son muy vulnerables"
"Cuando mi hija Ana tenía cuatro añitos empezó, al llegar a casa, a juntar las manitas y a rezar padrenuestros. Fue la primera vez que tuve que ir al colegio a hablar con la tutora", explica la madre. Como su marido, Ana Isabel Lago, de 46 años, también es profesora de Secundaria. Ella da clases de Matemáticas en otro centro de la localidad.
"Lo mismo no da, hay que mantener el vigor en la neutralidad religiosa, porque los niños se están formando y son muy vulnerables. El problema es el qué más da. Hoy empiezan con los crucifijos, mañana con el aborto y pasado mañana...", justifica Lorenzo.
La niña, que está a punto de cumplir 11 años, fue, hasta el curso pasado, la única alumna del colegio que no asistía a clase de Religión. En general, los maestros no le inculcaban las creencias católicas. Aunque ello no quitaba que la niña llegara a casa con anécdotas a las que sus padres, durante un tiempo, incluso quisieron restar importancia. "Un día llegó diciendo que había preguntado en clase que de dónde salía la sal del mar y otra alumna respondió que la ponía allí Dios. Ana rió, la clase entera rió y la profesora no aclaró el verdadero origen", recuerda Ana Isabel, la madre, con irónica sonrisa.
"Preguntan si el abuelo está en el cielo y les digo que está en el recuerdo"
Proselitismo católicoAnécdotas aparte, la clase de Ana tenía un enorme crucifijo colgado de una de las paredes, los pasillos del centro estaban repletos de carteles que hacían proeselitismo de la religión católica y el colegio mantenía una serie de actividades académicas de tinte claramente religioso. "Cuando se inaugura el curso, se saca a los niños, previo consentimiento de los padres, y se les lleva a la parroquia. Eso es una forma de discriminar a mis hijos. Los actos académicos no pueden implicar ninguna confesión", reivindica Lorenzo. También, hasta el año pasado, se iba a misa el miércoles de ceniza.
El matrimonio llevaba años pidiendo a la dirección de la escuela que retirara todos los elementos y actividades religiosas, teniendo en cuenta que el colegio Ortega y Gasset es público. Paralelamente, tanto Lorenzo como Ana Isabel luchaban para que en sus respectivos institutos se retirara la simbología religiosa. Ambos lo consiguieron. Lorenzo, que en 2007 dirigía el Carolina Coronado, vio como media plantilla se oponía a su gestión. Ana Isabel vio como algunos compañeros del instituto Santiago Apóstol le giraban la cara.
Lorenzo, portavoz del PSOE, critica que el Gobierno no haya actuado de oficio
Pero fue cuando su hijo menor, Juan, de cinco años, entró en la escuela, cuando Lorenzo y Ana se dieron cuenta de que debían dar un paso más y reclamar con más ahínco su derecho. "El niño llegaba a casa diciendo que el crucifijo de su clase le daba miedo", relata su madre, que define la cruz "como de medio metro con un cristo sangrando".
Juan, prosigue Ana Isabel, "empezó a preocuparse por aspectos que nosotros nunca hubiéramos querido que tuviera en cuenta, como si las personas malas iban al infierno y las buenas al cielo. Además, se reían de él cuando defendía que su padre se llama Lorenzo, y no Dios", prosigue. "Yo les enseño libros de ciencias y cuando preguntan si mi padre, que ya falleció, está en el cielo, les digo que el abuelo está en nuestra mente, en nuestro recuerdo", dice Ana Isabel.
Quejas por escritoHace dos años, en diciembre de 2008, la pareja decidió enviar sus quejas por escrito al colegio y a la Consejería de Educación (PSOE). El consejo escolar eludió pronunciarse. Tampoco quiso hacerlo la consejería.
Entonces, el pasado junio, Lorenzo y Ana Isabel, acudieron a la Justicia. El juzgado de lo Contencioso-Administrativo de Mérida, donde presentaron su recurso, tampoco quiso pronunciarse y el caso acabó en el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJE). Sólo cuando este citó a la familia y a la Consejería de Educación para intentar llegar a un acuerdo, la Administración aceptó las peticiones de la familia. El TSJE dictó un auto recogiendo el pacto.
"La administración debería haber resuelto de oficio el problema hace tiempo"
Así, cuando Ana y Juan empezaron en septiembre el nuevo curso académico, vieron como en sus aulas ya no estaban lo crucifijos. Pero en los pasillos, la semana pasada aún había carteles religiosos, que anunciaban la campaña del Domund, relata Lorenzo. El acuerdo con educación consistía en retirar también toda la simbología religiosa de los espacios comunes de la escuela. Lorenzo y su esposa no dejarán que el incumplimiento pase de largo.
El hombre insiste en que "la administración debería haber resuelto de oficio el problema hace tiempo". Por defender su derecho, Lorenzo y Ana Isabel se han visto obligados a manifestar en público sus creencias, un derecho que la Constitución defiende que es privado.
La militancia socialista de Lorenzo no evita que critique el paso atrás del Gobierno en la Ley de Libertad Religiosa, que, entre otros aspectos, hubiera sacado definitivamente los crucifijos de los colegios. "Creo que es una postura de cobardía, no se puede seguir cediendo a la Iglesia, insiste.
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