Este artículo se publicó hace 13 años.
Rajoy gana a los puntos
Rajoy gana a los puntos. Ese es el titular del debate de anoche (el primero y el último, por desgracia). Un debate que no modificará sustancialmente la intención de voto de los españoles pero que arroja ciertas conclusiones interesantes: La primera es que cada uno de los candidatos ha dominado el bloque que, a priori, parecía ideal para el lucimiento de su oponente. Tal y como esperábamos, Rubalcaba salió de toriles dispuesto a cornear y sacar del ruedo a Rajoy, que se metía a las primeras de cambio en maderas sin hacer frente al miura socialista. Este no tenía nada que perder y empezó colocando mensajes poderosos "yo soy diferentes a Rajoy". Quería marcar diferencias desde su oratoria más fluida y estudiada, pero pronto cometió el primer error: no arrinconar a Rajoy en su debilidad programática. Pecó de incoherencia al afirmar que el popular sólo habla de cifras y datos y luego apelar a los datos de su programa como sostén de su argumentación.
Rubalcaba debía haber impuesto su mayor experiencia en la cercanía, en el cuerpo a cuerpo, en la transmisión de mensajes sencillos, en la explicación didáctica y cercana. Nada de eso vimos ayer. Por el contrario, se percibió a un candidato acelerado, nervioso, con un parpadeo continuo y una mirada de reojo constante que denotaba falta de control del debate y la convicción de que, pasara lo que pasara, iba a perder. Nunca miraba a los ojos de Rajoy cuando este hablaba y la falta de escucha es el primer síntoma de que no se domina el debate. Por no hablar de ese lapsus repetido por dos de "ahora es usted el que miente". Error imperdonable que penetró en la mente del televidente como un puñal. Rubalcaba daba a entender que él podía haber mentido primero.
Por su parte hemos visto que Rajoy no ha corregido su principal defecto a la hora de comunicar: el excesivo apego a la lectura. Orador sometido a los papeles, al final los acaba perdiendo, y esto casi se convierte en una nueva máxima para el popular. No eres creíble si tienes que transmitir una idea de la que estás convencido leyendo un papel. No generas confianza si cuando te sinceras con alguien primero tienes que consultarlo con tu bloc de notas. Lo que emana del corazón es sincero y no admite lecturas, ni primeras ni segundas.
El paso del debate favoreció no obstante a Rajoy. El descanso tras el primer bloque pareció activar su pose más pausada, irónica y solvente. Empezaba a creerse lo que decía. Y casualmente dominó el bloque de las políticas sociales cuando obligó a Rubalcaba a que debatiera de lo que él quería. Vinculó Sanidad y Educación a la economía ("para garantizar las prestaciones sociales se necesita dinero y el dinero se consigue generando empleo") y el candidato socialista no pudo refutar esa apelación, enrocándose en una estéril distinción entre sanidad pública y privada. Golpe al riñón que marcó los argumentos ulteriores de Rubalcaba. Le afectó.
Pero aconsejo a Rajoy que entrene más la transmisión del mensaje sin las notas de apoyo, la refutación sin el papel de marras, el debate sin el bastón del guión. No es creíble así y tiene que entenderlo así si desea gobernar con la confianza del pueblo.
El último bloque presentó a un Rubalcaba aleteando con propuestas pero desde la periferia y entró en el juego de Rajoy al hablar de la posible supresión o no de las diputaciones. Perdió tanto tiempo en eso que, cuando se quiso dar cuenta, sólo tenía dos minutos para hablar de seguridad, uno de sus puntos fuertes. De ahí que pareciera encorsetado y artificial sacar a ETA en la parte final.
La conclusión final resumió a la perfección la campaña. Uno hablaba en primera persona ("yo sé actuar, sé hacer frente a las adversidades"), alejándose de la marca PSOE. El otro, lo hacía en tono colectivo ("nosotros ya lo hicimos una vez y volveremos a hacerlo. Podéis confiar en nosotros") apelando al concepto EQUIPO, más apegado a un contexto que demanda unión. Y es que el contexto determina casi siempre el concepto a lanzar.
En resumen, todos se esperaban que Rubalcaba barriera. No tenía nada que perder e iba a arriesgarlo todo. Pero se ofuscó demasiado pronto al no encontrar batalla dialéctica en Rajoy. Este, por su parte, supo mantener la calma para vincular cada uno de los tres bloques al tema económico y arrastrar al candidato socialista a debatir de lo que él quería.
Sin embargo, ninguno de los dos conectó de nuevo con las sensaciones más esperanzadoras de la gente. España necesitaba un nuevo liderazgo. La pausa, la emoción, la sinceridad y la confianza en la transmisión de los mensajes son claves para exportar credibilidad. Los españoles saben ya a quién van a votar. El debate no cambiará nada. Pero es una pena que una vez más, las propuestas se hayan convertido en apuestas, la oratoria en moratoria y el debate de ideas en combate de reproches.
Hasta el 2012. Sic transit.
* Fran Carrillo Guerrero, Director de La Fábrica de Discursos. Entrenador de oratoria y debate. Escritor de discursos y consultor de comunicación política y empresarial (www.lafabricadediscursos.com)
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