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La receta Trini contra la gripe A

Trinidad Jiménez ha sabido aprovechar su experiencia política para gestionar con éxito la alerta sanitaria provocada por el virus H1N1

JUAN J. GÓMEZ

Te voy a dar una cartera de la que se sentiría orgulloso cualquier socialista como tú', le advirtió al teléfono el presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, a Trinidad Jiménez el pasado 6 de abril, la víspera de nombrarla ministra de Sanidad y Política Social. Zapatero le encomendó impulsar la Ley de Dependencia, una de sus apuestas sociales más ambiciosas, aunque hasta aquel momento y aún hoy prometía mucho más de lo que ofrecía. Muchas voces del mundo sanitario interpretaron que entregar la cartera a una persona sin experiencia en la materia significaba poco menos que el finiquito del histórico departamento, cuyo poder está además transferido a las autonomías.

Tres semanas después, llegó la nueva gripe, la primera pandemia del siglo XXI, una ola gigante de alarmismo y confusión capaz de tragarse a varios ministros más experimentados; pero no a la novata Jiménez que, cinco meses después de su nombramiento, colecciona elogios sobre la cresta de esa misma ola, al tiempo que ha recordado para qué sirve un Ministerio de Sanidad en el Estado autonómico. La receta para enfrentarse al problema de la gripe A de esta 'germánica de Málaga', como acostumbra a autodefinirse, se resume en cinco grandes virtudes políticas.

Su primera intervención ante los medios para hablar de la gripe A se produjo el domingo 26 de abril, horas después de que se conociera el primer caso sospechoso de la enfermedad en España, confirmado al día siguiente. Desde entonces, ha sido incontinente en comparecencias, comunicados e informes. Un exceso de información podía alimentar la alarma de forma innecesaria, pero asumió el riesgo y se preparó a conciencia para no decir nada inconveniente. Un asesor del Ministerio dijo de ella que 'habla como un médico, pero de los buenos, de los que se hacen entender por los pacientes'.

Dar la cara en todo momento le ha permitido además ganarse el respeto de los gobiernos autonómicos, a los que suponía un alivio que alguien asumiera esa dificil responsabilidad. Mantiene un contacto continuo con los expertos del Ministerio para lanzar mensajes rigurosos y claros.

Cuentan que de su madre, asistente social, heredó la vocación de servicio público, y de su padre, magistrado, la capacidad de trabajo y de no dejar de prepararse nunca. El diplomático Juan Carlos Sánchez, que trabajó con ella en la Secretaría de Estado para Iberoamérica, destaca su 'sentido humanístico de la política' y asegura, como muchos de los que la conocen bien, que su mayor preocupación es, de verdad, 'ayudar a la gente a vivir mejor'.

Lo cómoda que se siente Jiménez en la distancia corta con los ciudadanos, una virtud cada vez menos frecuente en la clase política, la desarrolló durante su etapa en el Ayuntamiento de Madrid, cuando recibía y escuchaba cada lunes a cualquier madrileño que quisiera acercarse a contarle sus problemas.

Este sentido de la responsabilidad le lleva a ser muy exigente consigo misma y con los equipos que forma, lo que no impide que sea definida por su ex compañero en tareas municipales, Pedro Zerolo, como una 'magnífica jefa'. 'Es la jefa que todos querríamos tener: con una gran capacidad para repartir el trabajo y para generar buen ambiente a su alrededor'.

De su habilidad para formar equipos habla bien que en Sanidad ha triunfado con personas a las que no conocía de antemano; los altos cargos que le acompañan en la gestión de la alerta por la gripe A los heredó de su predecesor, Bernat Soria.

La ministra ha robado la cartera a su compañera de Gobierno Carme Chacón las dos veces que han comparecido juntas. 'Son militares, pero si tienen la gripe A, son mi responsabilidad', resolvió para comparecer junto a la titular de Defensa cuando saltaron las alarmas en la Academia de Hoyo de Manzanares, a finales de mayo, tras saberse que el centro había recibido visitas de escolares cuando había decenas de militares sospechosos de estar infectados. Pudo haber escurrido el bulto, pero prefirió dar la cara y salió airosa (las críticas se las llevó Chacón). De nuevo acaparó todo el protagonismo en territorio ajeno durante su visita con Chacón al Centro Militar de Farmacia de la Defensa, en Burgos, donde se encapsula el antiviral Tamiflu y, gracias a su mejor preparación, acaparó los titulares.

Su olfato político le llevó de nuevo a arriesgarse y dar la cara junto al consejero de Sanidad madrileño, Juan José Güemes, en el Hospital Gregorio Marañón tras el primer fallecimiento por la gripe A en España, el de Dalila, el 30 de junio. Desde entonces, ha recibido reiterados apoyos y elogios tanto del propio Güemes como de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, poco dada a enviar piropos a territorio socialista.

Esta semana aumentó su popularidad en el consejo interterritorial de Educación, al que fue invitada por el ministro Ángel Gabilondo, quien se limitó a ser testigo de cómo Jiménez convencía de su buen quehacer al pleno de los consejeros de Educación y a las asociaciones de padres, que renunciaron tras oírla a vacunar a sus hijos de forma indiscriminada.

La virtud más destacada por quienes conocen de cerca a la ministra de Sanidad es la 'empatía'. Esa es la clave de su legendaria capacidad de convicción, mostrada en numerosas ocasiones a lo largo de estos meses, tanto con políticos como con portavoces de la ciudadanía.

Sabe escuchar, adelantarse a las necesidades de quien tiene enfrente, y eso le permite ser muy persuasiva en las respuestas. Por eso su peor momento en los últimos cinco meses fue cuando recibió a Mohamed, el marido de Dalila y padre de Rayan, tras la muerte del bebé. Entonces no quiso que la reunión trascendiera a los medios, pero fuentes de su entorno cuentan que volvió sobrecogida, porque el razonamiento del joven era impecable: la muerte de su bebé no tenía explicación posible, sólo quería que le escucharan y le comprendieran. La ministra lo hizo, pero le dolió no poder resolver aquella situación.

Bregada tanto en la política municipal como en la internacional fue testigo directo del 'por qué no te callas' y ahora en la nacional, parece capaz de convencer a quien sea de lo que se proponga. Invitó antes del verano a todos los consejeros de Sanidad autonómicos a acompañarla en una foto tras un consejo interterritorial y no faltó ni uno. La propuesta sonó espontánea.

Su homóloga rusa sucumbió a la facilidad de Jiménez de ser firme sin perder la sonrisa cuando accedió tras escucharla a dejar de desaconsejar los viajes a España por el riesgo de contraer la nueva gripe. Con la misma facilidad logró convencer a todo el mundo de un día para otro de que la hasta entonces llamada gripe porcina pasara a ser denominada como nueva gripe o gripe A.

'Es una persona que pisa el barro con tacones', dice de Jiménez un colaborador próximo. La ministra ha conseguido que se pueda decir de ella que es muy simpática sin que el halago se interprete con liviandad de carácter o escasez de rigor. Mucho más conocida en la calle de lo que podría calcularse por sus años en primera línea política, no tiene reparos en saltarse protocolos o modificar su agenda por atender la demanda espontánea o el saludo de un peatón.

Pocos políticos podrían resultar igual de persuasivos y convincentes sin perder nunca la sonrisa, al menos, en público, porque a puerta cerrada no tiene problemas en dar un puñetazo en la mesa cuando le parece que es realmente necesario. A su típica melena ya renunció, cubierta por un poco favorecedor gorro, cuando visitó el proceso de fabricación de antivirales en Burgos. Una pequeña inmolación en aras de dar un servicio a los ciudadanos.

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