Cuando, el pasado verano, participó en un programa especial sobre jóvenes en 59 segundos (TVE) como miembro de ATTAC, su nombre empezó a repetirse en las redes sociales, su blog a recibir visitas y su cuenta de Twitter a ver cómo aumentaba el contador de seguidores. Al día siguiente, los vídeos con sus intervenciones ya rodaban por internet y acumulaban miles de visitas en YouTube.
Muchos se preguntaron entonces quién era ese chico espabilado que había puesto contra las cuerdas a los líderes de las juventudes de PP y PSOE, con los que compartió mesa en aquella emisión.
Su nombre es Alberto Garzón, tiene 26 años y desde el pasado octubre trabaja para hacerse con un acta de diputado en el Congreso por la provincia de Málaga. Decidió acercarse a la política convencional, bajo las siglas de IU, al calor de un proceso de convergencia social con el que esta formación ha buscado sumar fuerzas de colectivos, sindicatos y asociaciones para hacer frente a una crisis que, dicen, no es sólo económica, sino también social y política.
Su experiencia en movimientos sociales, en las asambleas de los indignados y en ATTAC, donde forma parte del comité científico, justifican su presentación como “voz del 15-M”, un movimiento que, desde sus inicios, no ha escatimado en críticas al sistema representativo.
Garzón, que piensa seguir ligado este movimiento todo lo que el tiempo le permita, asegura que su nueva condición de candidato no ha molestado a los que han compartido con él el suelo de las plazas. “La mayoría lo ve con buenos ojos”, dice el joven candidato, que matiza que las únicas críticas que ha recibido han llegado desde la derecha mediática.
A la política llega flanqueado por los 164 votos a favor, diez en contra y 21 abstenciones que su candidatura obtuvo en la asamblea andaluza de IU, pero también por el apoyo público de los actores Carlos Bardem y Juan Diego Botto y la admiración del que muchos consideran su padrino, el economista Juan Torres López, con el que comparte formación y ha escrito tres libros.
Garzón estudió Economía en la Universidad de Málaga, donde fundó la asociación de estudiantes críticos más importante de España. Desde los dos últimos años de carrera ha trabajado “de forma precaria” en la Universidad y ha estado becado en otros organismos. “Siempre necesité un extra de mis padres para llegar a fin de mes”, asegura. Tiene ganas de ocupar un escaño en el Congreso, pero asegura no ver una profesión en la política. Eso sí, si finalmente es elegido, promete ser “un diputado del pueblo, de la calle”.
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