Este artículo se publicó hace 13 años.
"El terremoto ha sido un castigo del Señor"
Las confesiones intentan capitalizar la tragedia en beneficio propio
"Ha sido un aviso de Dios, ha sido un..." gritaba ayer un espontáneo en mitad de la misa, mientras blandía una biblia. Los asistentes no le dejaron terminar, lo sacaron de la plaza de San José de Lorca a empujones. El señor, un belga llamado Pedro acompañado de su mujer, se había hecho con el micrófono ante la sorpresa del cura y de los niños que ayer hacían su primera comunión en una carpa frente a la iglesia de San José, cerrada por el terremoto. Su mensaje, el de un dios justiciero, contrastaría con el del dios de la resignación que poco después ensalzaría el párroco. Los creyentes tienen una ventaja, pueden acudir a la versión que más les conforte.
El expulsado, que viajó desde Bruselas nada más suceder el seísmo, defiende su versión. "Dicen que Dios proveerá, que nada les ha de faltar, pero les falta de todo, sus casas, sus enseres. El terremoto ha sido un castigo de Dios", explica con su ejemplar de la Biblia en la mano. Este profesor, que ha vivido años en Murcia (su perfecto castellano lo confirma) ha pasado estos días por el campo de Lorca trasladando su mensaje "sobre todo a los subsaharianos". Y el domingo decidió ir a la ciudad. Asegura con tono apocalíptico que el futuro de España es el desastre. "Si la gente no purga sus pecados, esto será como Sodoma y Gomorra", dice. "Hay mucho adulterio e inmundicia sexual, un egoísmo nuevo que explican el terremoto", insiste mientras su mujer asiente.
Los mormones se han organizado para alojar a los suyos en hoteles cercanos
De fondo se oye el sermón del padre Andrés. "En medio de todos los problemas, el Señor está ahí, abrirá camino, aún no sabemos cuál", recita pidiendo resignación. Asegura con tono suave y mientras mira a las familias que habrá que pedir "responsabilidades políticas y económicas".
A su izquierda, vestidos de marineros y de pequeñas novias, los niños juntan sus manos en posición de rezo. Isabel Capeto es una de las niñas. Eran 14 los previstos, pero sólo seis familias han tenido ganas de seguir adelante. La madre de Isabel, Josefina Valero, recuerda cómo su hija no paraba de decirle: "Mi vestido, mi vestido". Su casa está entre las condenadas con la amenaza de derribo, pero ella le dijo a la niña: "No te preocupes, que el vestido te lo consigo yo". Josefina recuperó el traje. De las 13 iglesias de Lorca, sólo cinco han podido celebrar misa y ninguna dentro del templo, confirma el arcipreste de la ciudad, Régulo Cayuela.
Otras confesiones también cuidan de sus feligreses. Es el caso de los mormones, que alojan a los suyos en hoteles cercanos. "Uno de los hermanos, que tiene una agencia de viajes, hace las gestiones", comenta Jorge Álvarez, un mormón que se encarga de la logística. El dinero lo aporta la ONG Manos Que Ayudan, de la misma confesión. En el hotel Executive Sport, en Totana, tienen 10 habitaciones y en el de enfrente otras cinco. Han conseguido alojar a 70 afectados. "Nos han permitido meter en cada habitación a cuatro o cinco personas", añade. Apenas unos puedan volver a sus casas, serán reemplazados por otros.
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