Este artículo se publicó hace 14 años.
«Triana existió, pero ya sólo es una marca»
Pone verdes a los sevillanos, dice que el Guadalquivir no existe, califica de alto riesgo pedir tortilla de patatas y avisa del no menos peligroso humo de las incienso-tabernas. Escribe todo eso y sobrevive cada día cuando sale de su casa, en pleno casco histórico de la ciudad. El periodista Jorge Molina (Cumbres Mayores, Huelva, 1964) debuta con 123 motivos para no viajar a Sevilla (Jirones de Azul), una guía encubierta, con alta dosis de humor y... algo de guasa.
Dígalo ya. ¿Es una venganza por ser de pueblo?
(Risas) De pueblo somos todos. Sevilla aún tiene mucho de pueblo. Los sevillanos se sienten orgullosos de su barrio y apelan a que es como un pueblo. Pero es positivo.
¿Cómo se atreve a hablar del río como ‘presunto’?
El Guadalquivir no existe en Sevilla, no. Quien ha estado en París ve cómo el río corre. Aquí lo que hay es un canal de piragüismo, con una pista con dos canastas flotando. El auténtico río va por donde acampan los gitanos del Este, a la espalda de Sevilla, pero allí nadie va.
¿No es muy arriesgado debutar con un libro así en una ciudad como esta?
Todas las ciudades son especiales. Es cierto que es atrevido, pero lo quería ser. Tiene humor, pero no es hiriente.
Ha leído supuestas guías serias. ¿Qué le impactó?
Las tonterías que se escriben. Eso del silencio sonoro del crepitar de las lágrimas de sus mujeres... Me escandalizan las revistas que hablan sobre Sevilla con ese tono tan falso, grandilocuente y pomposo.
Señala dos palabras tabúes: nuevo y futuro. ¿No va eso contra la propia ciudad?
Hay que arriesgarse un poco, y eso cuesta más trabajo en una ciudad donde hay un montón de gente agazapada preparada para machacar al que se ha atrevido y ha fracasado.
¿La cambiaría por otra?
Sí, pero no sé por cuál, es como las novias. La tuya es la mejor. Pero, como decía Cervantes, animo a viajar.
Y como decía Shakespeare. ¿Ha reflexionado sobre el ser o no ser... sevillano?
Yo soy un pobre periodista. Puedo, como mucho, contar, y torpemente, lo que veo, lo que creo que hay detrás.
¿Del Betis o del Sevilla?
Del baloncesto. Ser del Betis o del Sevilla es lo mismo, es como ser de una hermandad o de otra. La cacareada dualidad sevillana es falsa.
Un capillita no habría escrito este libro.
Yo no lo soy, pero me gustaría apuntarme a la última hermandad que quede por aceptar a nazarenas [quedan tres]. Ir a ese cabildo final que apruebe que ellas son normales, ciudadanas de pleno derecho, y ver las caras de los hermanos cuando admitan que el siglo XXI está aquí.
La ministra de Sanidad ha declarado la guerra al humo. ¿Debería prohibir los incensarios?
Hay que reconocer que hay un público muy singular para ese tipo de ecosistema.
¿Hay muchos ‘pijipis’?
Tela, tela. El hippy, partir de los 35, casi siempre se convierte en pijipi. Las pijipis son totales, pijipis hay menos.
La tapa peor escrita.
Poyo com mallonesa. Y ahí siguió hasta que se acabó.
¿Logrará Triana ser república independiente?
Triana es un parque temático, una marca. Existió como tal y fue diferente, pero de eso ya no queda nada, sólo las ganas de sus vecinos de que siga siendo así. Ya no es puente y aparte, es un barrio bonito.
¿Su próxima ‘víctima’?
Me encantaría retratar Barcelona, porque tiene una característica muy cómica: se toman muy en serio.
¿Le enseñaron los políticos a ser políticamente correcto?
Se aprende incluso de ellos. Lo que no quería era ser injusto, porque cualquier generalización es injusta.
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