Este artículo se publicó hace 13 años.
Cuando el voto esquivo se llamaba voto cautivo
Antonio Avendaño
La derecha nunca ha querido escudriñar en las causas por las que la izquierda arrasa desde hace treinta años en los pueblos andaluces. Esa derecha vencedora en la dictadura, pero derrotada una y otra vez en la democracia alberga un tenaz resentimiento contra la Andalucía del interior por ese voto esquivo que ella siempre prefirió llamar cautivo: era su manera de vengarse porque no la votaban, pero también su manera de despachar con una expresión cargada de vileza una sucesión de derrotas sobre cuyas causas profundas era mejor no escarbar.
Desde que tiene opciones de victoria ha dejado de llamarlo voto cautivo, pero sigue pensando que lo es. ¿Cautivo de quién? ¡De quién va a ser! Del PSOE que le paga PER, naturalmente!
Aunque no sea la única razón, el PP gana en las ciudades porque en ellas ha desaparecido la memoria del franquismo. En las ciudades nadie conoce a nadie y eso favorece que todos se comporten como si nunca hubiera habido paseos en la madrugada, fosas en los descampados, cárceles hambrientas y familias humilladas.
Hay muchas razones por las que al PP se le resisten los pueblos, pero no es la menor que en los pueblos todos se conocen y eso favorece que la gente vote sabiendo que hubo crímenes indiscriminados, sabiendo quiénes los cometieron y sabiendo que ni sus autores ni sus herederos se han avergonzado ni se han arrepentido jamás de ello. Esa buena memoria rural es todavía un muro electoral infranqueable para Javier Arenas. Es la manera que tiene el pasado de vengarse del presente. Es la manera que tiene el voto esquivo de vengarse por haber sido insultado llamándolo cautivo.
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