Este artículo se publicó hace 14 años.
"Ya me han jodido la mañana los del Metro"
Madrid, 12.30 horas. Aunque hacía más de seis horas que las estaciones de Metro de la ciudad amanecían cerradas por la huelga total de los conductores del suburbano, pasado el mediodía aún había muchos usuarios, sobre todo turistas, que no se habían enterado. "Es una faena grande, porque el Metro es un medio de transporte muy rápido y eficaz que te comunica Madrid en un momento. Y la huelga es un trastorno. Mucha gente está preocupada", explicaba ayer un vigilante de la línea 1 en la estación de Sol.
"Llevo toda la mañana de excursión de bus en bus", dice una mujer
A su lado, una pareja de turistas argentinos, mapa en mano, intentaba situarse para buscar itinerarios alternativos hacia el estadio Santiago Bernabéu. "Nos han dicho que tenemos que pillar el autobús número 27, pero las colas que hay en esa parada son increíbles", decía Gabriela con cierta resignación.
Bastaba con acercarse a cualquier marquesina para comprobar las aglomeraciones. "Y luego dicen que hacen huelga porque les recortan el sueldo. ¡Coño, como a todos! ¡Y el resto no nos quejamos!", protestaba una mujer en la calle de Alcalá.
La huelga era casi el único tema de conversación entre los ciudadanos que, impacientes, intentaban buscar solución al problema. "Ahora tengo que ir a trabajar y ya llego tarde. Ya me han jodido la mañana los del Metro", afirmaba Diego, un joven en una parada de autobús. "¿Alguien sabe si el 5 va a plaza de Castilla? Sale de aquí, ¿verdad?", preguntaba en el mismo sitio una mujer, despistada.
"Es que me parece una sobrada, ya les vale a esta gente", protesta un hombre
"Yo llevo desde las 8 de la mañana de excursión de autobús en autobús. Y en esta línea no tengo queja, porque en la Circular directamente es que no puedes ni subirte", relataba otra señora, abanico en mano. Su vecina de asiento se sumó a la conversación: "Llevo una hora y media para llegar a mi casa. Esto es una locura, un cachondeo. Y mañana, más de lo mismo".
Atrapar un taxi también resultaba una misión casi imposible. La luz con el piloto verde encendido duraba pocos segundos porque, según bajaba un viajero, subía otro. "Ahora está la cosa más tranquila, pero en algunas paradas esta mañana había gente que compartía taxi", explicaba Manuel, un taxista, en un semáforo de la Carrera de San Jerónimo.
La situación se repetía en cualquier calle de la ciudad. "¿Y ahora cómo coño llego yo hasta allí? Es que me parece una sobrada, ¡ya les vale a esta gente!", gritaba un hombre a través del teléfono móvil a toda prisa.
Otro joven le contaba a un amigo su particular odisea para incorporarse al trabajo: "He tardado una hora y cuarto hasta llegar al curro, pero como sólo pienso en el España-Portugal de esta noche [por ayer], pues no me ha importado demasiado".
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