Este artículo se publicó hace 13 años.
‘Z’
El guión de Jorge Semprún para la película de Costa-Gavras está vivo en la Grecia de hoy
Quizá uno de los rasgos más característicos de la obra de Jorge Semprún, vista desde la perspectiva de hoy, es su capacidad artística para proyectar el pasado hacia el presente. Uno de esos ejemplos reside en su labor de guionista de cine. Y quizá su trabajo más interesante en ese campo ha sido el de la película
Z del director griego Costa Gavras. Z, que en griego antiguo quiere decir "está vivo", tiene el valor de subrayar el carácter perdurable de la obra de Semprún. "Está vivo".
Cierto es que Semprún contó con el libro del mismo título de Vassilis Vassilikos, que narra el asesinato del diputado de izquierdas Grigoris Lambrakis en 1963 por las fuerzas policiales y militares, que cuatro años más tarde, en 1967, protagonizarían el "golpe de los coroneles griegos". Pero el guión es pura vitalidad sempruniana.
No es posible comparar las manifestaciones de los indignados griegos en la plaza Sintagma con los escenarios del filme por una sencilla razón: Costa-Gavras filmó la película en 1969, durante la dictadura militar, lo que le obligó a rodar partes en Argelia.
La primera escena ya plantea sintéticamente la historia. El jefe de Policía, tras escuchar cómo se combaten determinadas enfermedades en la agricultura, explica a los altos funcionarios del Estado (democracia formal) que la batalla para combatir a la izquierda y todos los ismos se asemeja al uso de eficaces pesticidas para combatir el "enmohecimiento" de las mentes.
Pero la acción represiva que entonces era presentada como la defensa de la civilización, la ley y el orden, ¿en qué se parece a la situación de Grecia en la actualidad? Por supuesto, como explica en su libro Greece's odious debt (La deuda odiosa de Grecia) Jason Manolopoulos, de la crisis actual no se salva nadie.
"Ningún sector sale bien parado en esta historia; los políticos griegos, la sociedad griega, los sindicatos, los líderes de la Unión Europea, el FMI, los bancos de inversión, cada uno de ellos han aportado su grano de arena en este despliegue de pérdida de contacto con la realidad, arrogancia, error de cálculo, engaño, locura y en algunos casos, codicia manifiesta, en una saga que ha continuado durante décadas", señala el autor.
Pero las pretendidas soluciones defendidas, como si se tratase de un legado de los dioses, por Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, evocan algunos pasajes de Z.
"Si el país no cumple", dijo Trichet al recibir el Premio Carlomagno, la semana pasada, "será necesario pasar a una segunda fase". Y se pregunta: "¿Sería ir demasiado lejos si prevemos dar a las autoridades de la eurozona más capacidad de decisión en la formación de las políticas económicas nacionales si estas se desvían dramáticamente del camino? ¿Una influencia directa, muy por encima de la reforzada supervisión que ya ha sido acordada?".
Como la junta de los coroneles griegos, que al final de Z prohíben las huelgas, sindicatos, homosexuales, los Beatles, Sófocles, Esquilo, las nuevas matemáticas, entre muchos otros textos y autores, el BCE quiere prohibir todo aquello que discrepe con la ortodoxia de los mercados y las reformas. Y no hablemos de reestucturar la deuda, un secreto a voces en los mercados desde el mismo momento en que se le dieron a Grecia, en mayo de 2010, los 110.000 millones de euros. ¡Vade retro!
¿Y qué decir de las fotografías de la represión policial contra los indignados en Valencia el pasado jueves, mientras pedían en Les Corts que los corruptos fueran a la cárcel de Picassent? Semprún, que hoy será enterrado cerca de París, perdura ya a través de sus obras. Pues eso, Z, está vivo.
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