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Cuando Zaplana y Camps aún eran Eduardo y Paco

Mariano Rajoy. La exministra Ana Pastor forma parte de su círculo político más cercano

ANTONIO AVENDAÑO

Hay dos buenas razones por las cuales un político no airea en público a sus amigos: o bien porque no los tiene, y entonces no hay más que hablar, o bien porque los tiene de verdad, y entonces sabe que la amistad, como las obras de caridad o la fe religiosa, es algo que jamás se debe exhibir en público. Rajoy tiene amigos de la infancia de los que nada sabemos. Ni falta que nos hace, por cierto. Uno de sus más próximos fue Francisco Villar, un cirujano que dejó el quirófano para seguir a su amigo. Pronto hará un mes que murió. Tenía sólo 63 años y la gente lo quería mucho. Le hubiera gustado ver a su amigo el 21-N. Pero la muerte no está en campaña. O tal vez sea al revés: que siempre lo está.

Otra persona de confianza es la exministra Ana Pastor. De confianza, pero no exactamente amiga. La exministra ha dicho sobre él: 'No se le puede molestar con chismes y tonterías. Yo sólo hablo con él de los temas que considero realmente importantes'. O sea, que no debe ser propiamente amiga suya, porque la gracia de los amigos es que los puedas molestar a cualquier hora con chismes y tonterías.

Quien sí es amigo suyo es Tomás Iribarren, abogado y exdiputado, que acompañó a Rajoy en el cara a cara de 2008 y en el del lunes. Otro gran amigo es Alfredo Díaz Grande, arquitecto que coordinó el proyecto de ideas de la megalómana Ciudad de la Cultura, de la que fue director financiero el cuñado de Rajoy, Manuel Fernández Balboa, cuyo exiguo currículum no fue obstáculo para lograr el puesto. La esposa de Díaz Grande es Pilar Rojo, hoy presidenta del Parlamento gallego.

Uno de sus mejores amigos, el médico Fracisco Villar, falleció en octubre

Las amistades de Rajoy en el partido han sido intensas, pero poco estables. Fue amigo de Josep Piqué, que representaba la línea moderada, la misma que Rajoy en principio. Eso sí, muy en principio. En 2007 Piqué se cansó de que las coincidencias fueran tan en principio y dio el portazo.

También tuvo Rajoy muy buenas amistades con el expresidente valenciano Eduardo Zaplana. Pero cuando Zaplana dejó la Generalitat en manos de Francisco Camps y este se tomó literalmente el encargo y fue liquidando con sus propias ídem a todos los peones de su antecesor, Rajoy fue alejándose de Eduardo y acercándose a Paco. Debió ser duro, pero así es la vida. Ahora Paco ya no es Paco y es otra vez el señor Camps. El nuevo presidente es Alberto Fabra: pues bien, que sepa el señor Fabra que pronto se convertirá en Alberto.

También son públicas las intimidades de Rajoy con el expresidente balear Jaume Matas, hoy en libertad bajo fianza de 4,6 millones de euros. Antes de ser el señor Matas, Jaume compartió crucero en 2003 con Eduardo (antes de volver a ser el señor Zaplana) y Mariano, que por alguna razón siempre se las arregla para no dejar de ser nunca Mariano. El yate se lo prestó uno de esos amigos con yate que siempre tiene la gente de derechas. Fue bonito mientras duró. Ahora, cuando todos ellos recuerdan con nostalgia aquellos bellos días de Mallorca tal vez tararean para sus adentros la canción de Presuntos Implicados Cómo hemos cambiado.

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