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Un acorralado Gadafi lanza un feroz contraataque

Los soldados fieles al régimen y los mercenarios intentan retomar plazas liberadas por la revuelta

MAYTE CARRASCO

Solo y acorralado, Gadafi ha conseguido que su país se convierta en el lugar que predijo, un agujero negro sumido en el caos en el que la violencia cainita se ha extendido de punta a punta del territorio nacional. Según los cálculos del Tribunal Penal Internacional, su aplastante y cruel respuesta a los opositores ha dejado un reguero de 10.000 cadáveres.

El dictador libio lanzó ayer una contraofensiva contra las posiciones tomadas por los opositores apoyados por unidades del Ejército que han desertado del régimen en los últimos días y que han acorralado a Gadafi en la capital, Trípoli. Las unidades del Ejército que permanecen fieles a Gadafi atacaron Misrata, la tercera ciudad del país que había caído en manos de los rebeldes. Hubo varios muertos en combates cerca del aeropuerto de esta localidad a 125 kilómetros al este de Trípoli.

El régimen envía a los mercenarios africanos a aplastar las revueltas

En Bengasi, la segunda ciudad del país, el jefe de la Policía, el general Alí Huweidi, anunció ayer su apoyo a los rebeldes, acompañado por un gran número de oficiales de la base militar aérea de Binina y por numerosos dirigentes de los diferentes cuerpos de seguridad de todo el país, informa Efe.

En Bengasi, se forman incipientes comités populares anti-Gadafi que intentan tomar el control de la zona en la que se inició la revolución. Las protestas se han extendido como la pólvora al oeste del territorio, donde cientos de ciudadanos salen también a la calle para pedir que el dictador abandone el país y acabe con una brutal represión que ha superado las peores expectativas.

En localidades occidentales como Zawyah, a sólo 50 kilómetros de Trípoli, Sabratah y Zuara, a 40 de la frontera de Ras Ajdir que une Libia con Túnez, el régimen ha intentado aplacar las protestas al más puro estilo Gadafi. En Zuara, las fuerzas especiales entraron ayer muy temprano y comenzaron a disparar desde carros de combate hacia todo lo que se moviera, dejando decenas de muertos atrás, según relataron a Público varios testigos que llegaban a la frontera con Túnez.

El dictador libio culpa a Bin Laden de intoxicar a los jóvenes

Completaban el trabajo los mercenarios africanos contratados, un Ejército paralelo al que paga a precio de oro, 2.000 dólares al día por sicario. 'Para mí, Libia es hoy el país de los muertos', dice Amh, un inmigrante egipcio empleado en una constructora. 'Llevo tres días encerrado en mi casa de Zuara porque estaba totalmente aterrorizado, desde mi ventana vi a un grupo que llevó un coche en volandas hacia el centro de la calle y le prendieron fuego. No sé si eran partidarios de Gadafi o no', confiesa. 'Gracias a Dios que ya estoy en Túnez, gracias', y besa el suelo bajo sus pies.

Gadafi volvió ayer a dirigirse al pueblo a través de la televisión, aunque esta vez optó por intervenir por teléfono tras su memorable discurso televisivo de más de una hora del martes. En un tono menos aguerrido pero igualmente amenazante dijo que el país 'avanza hacia la guerra civil, la catástrofe'.

'Para mí, Libia es hoy el país de los muertos', dice un refugiado egipcio

Acusó a los instigadores de la revuelta de ser 'jóvenes locos y drogados, manipulados por los servicios extranjeros y que sirven a Al Qaeda y Bin Laden'. 'Tienen 17 años. Les dan pastillas por la noche, les ponen pastillas alucinógenas en sus bebidas, en su leche, su café, su Nescafé', dijo Gadafi.

Un residente de Trípoli, que no quiso ser identificado porque temía represalias por hablar a un medio extranjero, dijo a Reuters: 'Parece como si se hubiera dado cuenta de que su discurso con ese lenguaje fuerte no tuvo efecto en la gente. Se está dando cuenta de que va a ser cuestión de tiempo el capítulo final: la batalla de Trípoli'.

El pánico generalizado ha provocado que miles de refugiados hayan decidido huir a toda prisa y en masa hasta el país vecino. En el paso fronterizo son visibles largas colas en las que miles de personas se agolpan esperando obtener el sello en el pasaporte que les saque de este infierno.

Casi todos ellos son extranjeros, entre los más numerosos los chinos, filipinos, turcos, egipcios o tunecinos, trabajadores inmigrantes que se han convertido en el objetivo de las milicias pro Gadafi que aterrorizan a los foráneos, señalados por el régimen como los instigadores del levantamiento popular que le ha puesto contra las cuerdas. También hay algunos libios, los menos, lo que hace pensar que han decidido quedarse en sus casas a luchar en un momento decisivo para su historia.

En la cola llama la atención un joven con ambos ojos amoratados de dos culatazos de un rifle. Va acompañado de sus padres, ya mayores, con aspecto asustado y cansado, que están sentados sobre dos maletas rajadas por la mitad con un cuchillo de grandes dimensiones. 'Nos han atacado en la carretera y nos han robado la mayoría de las cosas de valor, después de pegarme, explica'. Sus padres confirman con un débil gesto, abatidos. Los refugiados llegan en estado de shock y cuentan testimonios escalofriantes. Como que en Trípoli ya hay combates y decenas de muertos en las calles, 'los soldados impiden la entrada de ambulancias para que puedan entrar a salvarles la vida', grita un señor.

Los opositores al régimen, que han convocado para hoy una marcha en Trípoli, consiguieron el control sobre los principales puertos petrolíferos. La producción de petróleo está casi completamente paralizada.

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