Este artículo se publicó hace 17 años.
Aeropuertos de EEUU: líquidos prohibidos, seguridad escasa
Un informe oficial revela que no es tan difícil burlar los controles con productos peligrosos
Isabel Piquer
Lograron pasar componentes líquidos y detonadores para fabricar una bomba casera pero, eso sí, tuvieron que tirar el champú. Una investigación llevada a cabo por equipos de paisano de la Oficina de Supervisión del Gobierno (GAO) ha detectado serios fallos en el sistema de seguridad de los aeropuertos de Estados Unidos. La noticia ha causado conmoción a una semana de las vacaciones del Día de Acción de Gracias, en la que 27 millones de estadounidenses tienen previsto volar.
"Nuestra investigación confirma que un grupo terrorista, usando información que circula libremente y unos cuantos componentes sencillos, puede causar graves daños a un avión y amenazar la seguridad de sus pasajeros", asegura el informe del GAO (Government Accountability Office), un organismo que depende del Congreso.
En marzo, mayo y junio pasados, sus investigadores consiguieron colar en varios aeropuertos, piezas para fabricar explosivos caseros y artefactos incendiarios, y llevarlos hasta los aviones "sin ser detenidos por agentes de seguridad".
El organismo responsable de la seguridad en los aeropuertos, TSA (Transportation Security Administration), restó importancia a los resultados de la investigación. Uno de sus informes del mes pasado, que sacó el USA Today, confirmó sin embargo que muchos de los detectores de las instalaciones de Los Angeles, Chicago y San Francisco no funcionaban correctamente.
El documento del GAO no especifica ni los nombres de los 19 aeropuertos investigados, ni la naturaleza de los componentes explosivos (aunque sí el precio: 150 dólares), ni dónde encontraron las recetas para los artefactos caseros. Sólo habla de páginas web "relacionadas con los atentados en el metro de Londres en julio de 2005".
El informe describe tres episodios en el que los investigadores consiguieron violar las normas de seguridad, ninguno de ellos especialmente espeluznante. En una ocasión uno de ellos pasó con monedas en su bolsillo, sin que pitara el detector de metales, y en otra tuvo que cambiar de bolsa de plástico. Un incidente del 23 de marzo del 2007 describe la típica situación absurda por la que ha pasado cualquiera que haya volado en el último año.
"Un responsable de la seguridad prohibió a nuestro investigador quedarse con una pequeña botella de champú que no llevaba etiqueta. Era un objeto de aseo que podía llevar legítimamente. El responsable, citando normas de seguridad, dijo que, sin etiqueta, la botella "podía contener ácido" y no permitió que nuestro investigador se la quedara. Sin embargo, el componente líquido de un artefacto incendiario, prohibido por las normas, pasó desapercibido por el control".
Volar se ha convertido en una pesadilla después de que en agosto del 2006 las autoridades británicas descubrieran un complot para atentar contra un vuelo trasatlántico e impusieran entonces severas restricciones en el transporte de líquidos, gel y aerosoles. La Comisión Europea, presionada por el Reino Unido, aprobó, con nocturnidad y alevosía en una votación que todavía despierta controversia, aplicar estas medidas a los aeropuertos de la UE.
Antes del 11-S volar por Estados Unidos era como subirse a un autobús. Era habitual llegar media hora antes del vuelo, comprar el billete y embarcar. Después de los atentados se convirtió en un proceso de interminables colas y situaciones surrealistas. Ahora es una tortura. Y sin champú, más.
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