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"Alemania hace negocio con nuestra guerra y luego no quiere refugiados"

Mientras se endurecen las condiciones de asilo en el país, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania podría ser la tercera fuerza más votada en las próximas elecciones regionales.

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Un niño, en un campamento de refugiados en Berlín.- FABRIZIO BENSCH

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BERLÍN.- En las últimas semanas se intensifica la presión de los diferentes actores políticos sobre Angela Merkel. Mientras sus socios de gobierno en la gran coalición, el partido socialdemócrata, claman en boca de su líder, el vicepresidente Sigmar Gabriel, que “hay que limitar el número de refugiados que acoge Alemania para que se produzca una verdadera integración”, el partido hermano de los democristianos en Baviera, CSU, pide a Merkel una limitación rápida de la migración a través de una carta firmada por 44 de sus diputados en el Bundestag.

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La discriminación se palpa también en las calles y en Alemania se han quintuplicado los ataques a centros de refugiados este invierno. Aunque la mayoría de la población alemana es favorable a esta acogida, muchos dicen estar cansados de que vengan tantos refugiados, algo que también notan estas personas que huyen de la complicada situación por la que atraviesan sus países.

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Frauke Petry: “Los agentes tienen que usar armas de fuego si es necesario para impedir que los refugiados crucen de manera ilegal las fronteras”

Benjamin llegó a Alemania en julio de 2014 tras un viaje desde Siria en el que pasó por varios países hasta que finalmente pudo cruzar en barca desde Libia a Italia, junto con otras doscientas personas que soportaron tres días de travesía cruzando el Mediterráneo. Pagó 1200 dólares por ese viaje. De allí llegó en tren hasta Alemania, un lugar del que le gusta su buena economía y educación. Aquí vive en un edificio que una organización utiliza como centro social y por el que tiene que pagar 375 euros al mes, que gracias a la ayuda que tiene del gobierno alemán puede afrontar. Con él viven otras 14 personas procedentes de varios lugares. Trabajan 12 horas a la semana para el bar de esta organización pero no cobran por ello. Antes de mudarse a este refugio provisional estuvo en un centro de refugiados, del que cuenta que vivían tantas personas que sólo podían lavar su ropa un par de veces al mes. Dice sentirse amenazado por ese avance de la extrema derecha en Alemania y que ha notado un cambio a peor en las condiciones en las que los demandantes de asilo son tratados en los últimos meses. Está de acuerdo en que haya una cuota máxima de acogida o reparto de refugiados pero dice que “Alemania hace negocio con nuestra guerra, ya que no quieren que vengan refugiados pero luego venden armas a Siria para que el conflicto armado continúe”. Benjamin quiere estudiar aquí y para ello aprende alemán desde verano. Se siente y es un afortunado si se le compara con otros refugiados en Alemania.

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"Un día estábamos en grupo en una estación de metro y de repente vino un hombre con un bate gritando que quería pegarnos"

Baba Yanks Sillah ha pasado por el mismo viaje que los demás, pero no al mismo tiempo. Es el más joven de todos y, aunque dice no hablar muy bien inglés, es capaz de comunicarse eficazmente en el idioma que todos emplean. Relata cómo en Lampedusa les ofrecen un billete de tren, bus o avión (sin posibilidad de elegir) y así son trasladados a otras zonas. “A veces si te pagan un billete de avión nos sentimos inseguros porque nos pueden llevar a cualquier sitio, incluso ser deportados sin informarnos previamente”, dice.

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"Me siento amenazado por los partidos de extrema derecha pero estamos acostumbrados a no tener derechos en Europa"

Berlín, una ciudad que cuenta con un 10 % de emigrantes procedentes de todo el mundo entre sus habitantes, está acostumbrada a la mezcla de culturas. Por eso se podría decir que la sensación de hostilidad contra los refugiados es algo menos sensible que en otros lugares de Alemania. Ese es el motivo fundamental por el que muchos refugiados que ya han vivido en otras ciudades quieren trasladarse a la capital. A pesar de este escenario, a priori más favorable, para las instituciones alemanas sigue habiendo migrantes de primera y segunda clase.

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