El apoyo de Irán a Hamás busca acabar con todo contacto entre los árabes e Israel
La cada vez más evidente participación iraní en el ataque revela una agenda radical contraria al diálogo árabe-israelí y dispuesta a todo, incluso a una guerra total en Oriente Medio.
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Mientras sigue la ofensiva del ejército de Israel en la franja de Gaza, los servicios de inteligencia de ese país tratan de reparar su rotundo fracaso a la hora de prever el ataque masivo de las milicias de Hamás contra su territorio.
Una de sus tareas más perentorias es desvelar el alcance del apoyo de Irán a ese grupo palestino y el peligro de que las facciones chiíes proiraníes que operan en el Líbano, como Hizbulá, puedan lanzar su propia ofensiva en el norte de Israel o, con respaldo de Teherán, extender la guerra por todo Oriente Medio.
Si hay algún actor en esta crisis beneficiado por lo que está ocurriendo, ese es el régimen iraní, padrino de Hizbulá, enemigo jurado de Israel y opuesto a cualquier intento de diálogo entre los países árabes y Tel Aviv. Aunque de cultura persa y no árabe, y de confesión chií y no suní, Irán quiere recuperar su influencia en Oriente Medio a toda costa.
La matanza terrorista lanzada por Hamás en Israel y la desmesurada respuesta que está dando este país sobre los territorios palestinos de Gaza tendrán el efecto de un torpedo bajo la línea de flotación del proceso de acercamiento que en los últimos años se estaba dando entre el Gobierno israelí y muchos países árabes, desde Marruecos al Golfo Pérsico.
Y es Irán el estado que se ha opuesto con más ahínco a ese diálogo. Días antes de los ataques, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, fue contundente en un mensaje en las redes sociales: "El régimen sionista es un cáncer que está a punto de ser exterminado por el pueblo palestino".
Y hace unos meses, el 22 de mayo, Jamenei acusó a algunos países árabes de actuar como "subalternos" de Estados Unidos, empeñado en "normalizar la presencia del régimen sionista". Esos países, dijo, "han estado preparando el terreno para esta normalización al establecer lazos económicos y cosas similares".
Dinamitar el diálogo árabe-israelí-estadounidense
Ese proceso de acercamiento árabe-israelí se remonta al diálogo firmado con sendos acuerdos de paz de Israel con Egipto (1979) y Jordania (1994). Recientemente, Estados Unidos lanzó una ofensiva diplomática para abrir nuevas mesas de diálogo entre Israel y los países árabes. El gran éxito fueron los Acuerdos de Abraham firmados entre Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos, Sudán e Israel en septiembre de 2020.
Este logro iba a ser ahora mayor, con un pacto entre los Gobiernos de Riad y Tel Aviv. Ese acuerdo, que se estaba aún negociando, era apoyado por el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman; el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente estadounidense, Joe Biden. Contemplaba nada más y nada menos que el reconocimiento diplomático de Israel por Arabia Saudí.
También habría implicado un cambio radical en la política palestina de Israel, lo que habría restado fuerza a Hamás e Irán en Gaza. Por eso las negociaciones estaban siendo tan complejas. Incluían desde la devolución de tierras de los territorios ocupados a los palestinos a la cooperación en el transporte de hidrocarburos, pasando por la ayuda estadounidense a Arabia Saudí para desarrollar su propio programa nuclear civil.
Un reconocimiento de Israel por Arabia Saudí podría animar a otros países árabes a hacer lo propio. Se estaría acercando el fin del conflicto surgido ya en 1948 con el nacimiento del Estado de Israel y el aplastamiento del pueblo palestino.
Pero ahora, ¿cómo podrá Arabia Saudí firmar ningún acuerdo de paz con Israel cuando el ejército de este país está masacrando palestinos en venganza por lo ocurrido este sábado, en el aniversario además de la guerra de Yom Kippur que dio la victoria a los israelíes sobre una coalición árabe hace medio siglo?
El sábado, el senador estadounidense Lindsey Graham, se mostró convencido del apoyo iraní al ataque, que "estaba diseñado para detener los esfuerzos de paz entre Arabia Saudí e Israel" y "un acuerdo de paz entre estas dos naciones habría sido una pesadilla para Irán y Hamás", explicó.
La jugada es clara y sus efectos inmediatos favorecen a Irán y a sus intentos de liderar el mundo islámico. También le viene bien esta crisis internamente, pues crece la disensión por la vuelta de la policía de la moral y la depauperación derivada de las sanciones.
Pero las consecuencias a medio y largo plazo pueden ser catastróficas. En primer lugar, como siempre, para el pueblo palestino de Gaza, dos millones de personas encerradas en 360 kilómetros cuadrados sin tener a dónde ir y con las fuerzas de Israel clamando venganza a sus puertas.
El Eje de la Resistencia contra Israel liderado por Irán
Con lazos con todas las milicias chiíes de Oriente Medio, desde los hutíes de Yemen a la Siria del dictador Bachar al Asad (cuyo Gobierno aliado de Teherán es sostenido también por Rusia), pasando por el Estado fallido en que se ha convertido Irak, el régimen iraní aparece como una fuerza capaz de avivar guerras y amenazar gobiernos, como ocurre en el Líbano, donde además de las milicias amigas opera la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.
El régimen de los ayatolás ha afirmado en numerosas ocasiones que uno de sus objetivos es la obliteración de Israel de la faz de la tierra. Su principal aliado en esta tarea es Hizbulá, una organización política y paramilitar con base en el sur y este del Líbano, declarada terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Egipto o el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, entre otros.
Hizbulá y todas esas fuerzas chiíes forman el llamado Eje de la Resistencia, una alianza bendecida por Irán con el punto de mira en Israel y que apuesta por remodelar Oriente Medio al gusto de los líderes iraníes.
Entre todos estos grupos que reciben apoyo de Irán hay uno, sin embargo, de confesión suní. Se trata de Hamás, cuyo compromiso con el resto de las milicias islámicas de la región pasa por su lucha contra Israel.
El llamado Movimiento de Resistencia Islámica o Hamás, o en ocasiones su grupo paramilitar, las Brigadas Al Qassam, es también considerado un grupo terrorista por EEUU, la UE y otros gobiernos. Las acciones cometidas el sábado contra civiles israelíes, su asesinato y el secuestro de decenas de personas no dejan duda sobre esos métodos terroristas, al peor estilo Daesh, pese a que el objetivo "oficial" de la organización sea la liberación de los territorios palestinos.
Hamás controla de facto la franja de Gaza desde 2007, tras su victoria en las elecciones del año anterior, y la Autoridad Nacional Palestina, que virtualmente debería gobernar ese territorio y el de Cisjordania, apenas tiene poder allí. Son conocidas las relaciones entre Hamás y Hizbolá, y, en consecuencia, con Teherán.
Hamás reconoce que Irán está detrás de los ataques
Tras producirse los ataques del sábado, y después de que Israel declarara el estado de guerra, movilizara a cientos de miles de sus reservistas, cerrara a cal y canto los accesos a Gaza y lanzara una destructiva ofensiva con aviones y misiles contra este territorio, los dedos empezaron a apuntar a Irán como orquestador, o cuanto menos, facilitador del ataque.
Uno de los primeros que reconocieron la participación iraní fue Ghazi Hamad, portavoz de Hamás. En declaraciones al programa Newshour del Servicio Mundial de la BBC, Hamad reconoció que los milicianos que atacaron el sábado Israel habían tenido el respaldo directo de Teherán, comprometido en "apoyar a los combatientes palestinos hasta la liberación de Palestina y Jerusalén".
El diario estadounidense The Wall Street Journal cita a fuentes de Hamás y Hizbulá para asegurar que la ofensiva de Hamás había sido preparada desde agosto pasado con la supervisión iraní y la ayuda de Hizbulá, con reuniones clave en Beirut. Miembros de la citada Guardia Revolucionaria Islámica de Irán habrían sido incluso quienes dieron luz verde a los ataques.
Irán indicó este lunes ante la ONU que no está involucrado en la operación de Hamás en territorio israelí, pero calificó el ataque como "una defensa completamente legítima contra siete décadas de opresión y crímenes atroces".
El fracaso de los espías israelíes y estadounidenses
Pero ¿cómo una operación terrorista de tal envergadura pudo escapar a los servicios de inteligencia israelíes y de sus aliados estadounidenses?
Tanto Washington como Tel Aviv han reconocido que no tenían ninguna alerta al respecto y no se esperaban que los palestinos fueran capaces de un ataque tan sofisticado. Igual que sucedió el 11 de septiembre de 2001, con los ataques terroristas de Al Qaeda contra el Pentágono y las Torres Gemelas.
Posiblemente ayudó a levantar esta cortina opaca la situación desastrosa en el propio Israel, con los enfrentamientos del Gobierno con los servicios de inteligencia y seguridad del Mossad y el Shin Bet, la pugna en torno a la reforma de la Justicia o el imparable enrarecimiento del clima político por la presión de los aliados más ultraconservadores de Netanyahu.
Un caldo explosivo que ni siquiera tenían que mezclar los servicios secretos iraníes. Se lo estaban dando todo hecho.
Ahora solo queda esperar que la respuesta final de Israel no sea similar a la que dio Estados Unidos tras el 11S, una fecha que cambió el mundo y no precisamente para bien.
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