Este artículo se publicó hace 17 años.
Cuando los argentinos se metieron en un callejón oscuro
Los bonaerenses recuerdan el día en que el país explotó y el presidente De la Rúa salió huyendo
Hay días que marcan la vida de un país. En Argentina fue el 20 de diciembre de 2001. A seis años de la bautizada "crisis", los argentinos se tocan la cicatriz y recuerdan la explosión social que se cobró la vida de una treintena de personas y que acabó con la presidencia de Fernando De la Rúa.
"El 19 de diciembre, después de que declararan el Estado de sitio yo me vine al puesto porque olfateaba que iba a haber quilombo. Cuando llegué, vi a la policía lista para atacar y a los otros listos para enfrentar", dice Sebastián, de 57 años.
Detrás de su voz ronca, dice haberlas visto todas. "Desde acá". Acá, es a cincuenta metros de la Plaza de Mayo, donde se encuentra su local de diarios. Ese día decidió cerrarlo a medias. Pero no pudo evitar los gases lacrimógenos que le dejaron secuelas crónicas en la garganta. No es su única cicatriz no visible. Perdió 15.000 "pesos-dólar" a manos de los bancos.
Como todos, tiene su teoría sobre lo que sucedió ese día. "Estuvo orquestado, ¡claro! Los peronistas siempre quieren el hueso para ellos. Pero De la Rúa se cavó su propia tumba declarando el estado de sitio. Cuando sonaron las cacerolas de la clase media en señal de repudio, se quedó solo", opina.
Entre el 19 y el 20, la sangre derramada, los vidrios rotos, el humo de los gases y de los coches incendiados eran los signos de una ciudad devastada. Para aquellos que no trabajaban ni vivían por el centro de la capital, fue como una película que no vieron con sus propios ojos. Pablo lo vio de las dos formas. "Cuando se volvió peligroso entré en un café que tenía la persiana bajada y lo seguí por televisión", dice.
Como condición para hablar, este banquero pide el anonimato de la entidad céntrica en la que trabaja. Antes de la eclosión, recuerda que la atmósfera se palpaba dentro del banco y no en la calle. "A muchos les avisaron que sacaran la guita", dice, y aclara que ésos son los que más dinero tienen. "Yo no veía la forma de que De la Rúa siguiera.
Menem había entregado YPF y Entel, y no quedaba nada más para vender. Es como si en una casa te quedas sin horno, heladera o muebles", dice. Seis años después, prefiere evitar conversar sobre el rol de los bancos y las finanzas en la crisis argentina. "Fuimos una parte -concede- pero ni de cerca toda".Luis vive en la provincia y trabaja en la capital.
De día vivió el miedo a los saqueos en su puesto de carnicero en el Mercado de San Telmo, mientras que de noche sufría la amenaza de los robos en las casas. "Fue un tiempo de mucho miedo, de llamar todo el tiempo a casa para saber cómo estaban y ordenar que no se movieran.
Por las noches había guardias vecinales y gomas quemadas en las esquinas, porque cortaban la luz para afanarte (robarte)", dice, elevando los ojos como si lo ayudara a recordar. La herida ya no duele pero la cicatriz está. Sirve para recordar la huida en helicóptero de De la Rúa, el paso de cinco presidentes en dos semanas, el aplauso de los legisladores cuando se declaró el default, el adiós de los jóvenes -más de 200.000- que emigraron a España o Estados Unidos.
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