Público
Público

Así asesina Turquía a civiles en
las zonas iraquíes del PKK

Asirios y kurdos del lado iraquí han quedado también atrapados en el fuego cruzado de la guerra que sostiene el Estado turco contra los milicianos izquierdistas.

Guerrilla kurda del PKK.

FERRÁN BARBER

Nadie sabe con certeza cuántos hombres y mujeres ha perdido el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) durante los últimos ataques aéreos turcos contra sus posiciones en las montañas iraquíes: menos, en todo caso, que los simpatizantes de su causa que están siendo asesinados indiscriminadamente estos días en las ciudades del sureste de Anatolia. Según Human Rights Watch, más de cien civiles kurdos han sido masacrados en el fuego cruzado entre ambas partes, entre ellos, ancianos, madres inermes y niños. Desde que se emitió el informe hasta el día de hoy la cifra ya se ha incrementado.

La situación no es mucho mejor del lado iraquí. Los bombardeos turcos están sembrando el terror entre la población civil de las localidades próximas a las posiciones de la milicia kurda, sin hacer significativa mella en su infraestructura militar. Los turcos dicen haber asesinado más de cien partisanos. El PKK habla de poco más de veinte. También aquí han muerto civiles; muchas familias han salido huyendo. “Ocasionalmente, están utilizando una estrategia que consiste en realizar un segundo bombardeo para acabar con quienes acuden a recoger las víctimas”, nos dice nuestro guía kurdo mientras observamos los estragos causados por los F16 y los F-4 Phantom turcos. Es, por decirlo de algún modo, un 'bombardeo-trampa' que se cobró la vida el mes pasado de una anciana en la aldea de Zargali (valle de Kandil).

A más de cien kilómetros de allí, en el valle de Nahla (Kurdistán iraquí), visitamos las infraestructuras de la guerrilla kurda destruida por los turcos horas antes, a finales de noviembre. “A las once y media de la noche, escuchamos un sonido, probablemente uno de esos drone Predator que les dieron los americanos”, nos explica uno de los presentes durante el bombardeo. “Estábamos en nuestras casas, tomando un té, charlando... algunos ya dormían. Y alrededor de las 12 comenzaron a caer las bombas”. Quien nos habla de ese modo es un asirio de Meroke, una de las nueve aldeas del último bastión cristiano en el Kurdistán iraquí.

El PKK controla de facto todo el valle, además de Kandil y otras extensas zonas de las montañas que jalonan la frontera con Turquía. Se han hecho también fuertes en algunos campamentos de refugiados de Majmur y han logrado asentarse, de momento, en ciertos territorios de Simyar gracias a las simpatías despertadas entre los iesidis a quienes defendieron del avance de Daesh. El grueso de ellos prefirieron luchar del lado de los milicianos izquierdistas que del de los peshmergas, cuando hace sólo unas semanas se le reconquistó a los terroristas islamistas un estratégico tramo de autovía.

Este aspecto presentaba, unas horas después del ataque turco, los objetivos del PKK bombardeados en los aledaños de Meruke. / Ferrán Barber)

Este aspecto presentaba, unas horas después del ataque turco, los objetivos del PKK bombardeados en los aledaños de Meruke. / Ferrán Barber)

Ambos se han disputado las medallas y aunque el grueso de la fuerza fue enviada por el líder kurdo del PDK, Masud Barzani, los iesidis no olvidan que, al igual que los cristianos expulsados de los Llanos de Nínive, fueron completamente abandonados el pasado año por las Fuerzas Armadas del Kurdistán iraquí. Hay mucho más en juego aquí que acabar con Daesh. Cada cual tiene su agenda y, según insinuó hace una semana, Murat Karayilan, cabeza visible del PKK, la de los federalistas kurdos es organizarse para la guerra civil que de nuevo se está gestando en Turquía, si es que no ha estallado ya.

Una de las primeras respuestas tácticas a los bombardeos turcos de las posiciones kurdas en las zonas fronterizas fue bajar de las montañas y asentarse, ora en la proximidad de las poblaciones, ora en las mismas poblaciones; en el caso de Hezaney, al lado de una escuela asiria. El pasado noviembre, los bombardeos 'quirúrjicos' turcos cayeron a apenas unos cientos de metros de las viviendas habitadas por cristianos de la aldea de Meroke.

Nadie ha colaborado jamás con la guerrilla; nadie se ha opuesto a ella. Necesariamente, las relaciones son cordiales. Los kurdos compran comida y pertrechos, pero pagan por ella. Como ya sucedería muchos años antes con los peshmergas de Barzani, los civiles kurdos y asirios son las víctimas colaterales del conflicto. Es un milagro que no muriera nadie durante el último bombardeo. Claro que la población ha sido ya bien instruida por el PKK acerca de qué hacer en caso de una nueva razzia aérea. La primera norma básica es no salir corriendo de la casa ni abandonar la aldea con un vehículo mientras los aviones turcos arrojan su carga criminal.

El bombardeo de Merouke se prolongó durante cerca de cuatro horas, hasta cerca de las cuatro de la madrugada. Era la segunda vez que se acercaban peligrosamente al pueblo. Dieciséis bombas de origen turco cayeron en sus aledaños. “Se cortó la luz, la gente gritaba, nuestras madres lloraban... Pensábamos que íbamos a morir”, nos explica un testigo. “Sólo cuatro personas se quedaron en el pueblo tras el segundo bombardeo. Ahora han regresado 18. Dos familias se han ido para siempre”.

Al igual que otras zonas fronterizas cercanas a Turquía, el valle de Nahla está bajo el control del PKK desde que estos expulsaron a los peshmerga, la fuerza militar del territorio controlado por el Partido Democrátido del Kurdistán (PDK). Nadie da un paso allí ni para organizar una cacería de jabalíes sin consultarlo antes con el comandante al mando de las fuerzas partisanas. En las montañas próximas, los guerrilleros han dispersado sobre el suelo un centenar y medio de bidones rojos de petróleo, para confundir al turco y a sus drones y dificultar la identificación de infraestructura.

La disciplina en las llamadas Fuerzas Populares de Defensa, brazo armado del PKK, es más que férrea. De la casa que ocupan en el extremo más suroccidental de Yule (valle de Nahla) nos llegan los gritos de dolor de una adolescente golpeada por tratar de desertar. ¿Son episodios aislados? Muchos kurdos y kurdas han abandonado la Anatolia para unirse a la milicia. Claro que el romanticismo de la lucha que sostienen contra los ocupantes turcos no es a menudo suficiente para hacer más llevadera la espartana existencia de estos porfiados partisanos. Ellos niegan el uso de esos métodos y recuerdan que ya no son aquel grupo marxista estalinista de los primeros tiempos al que la Otan, la UE y Estados Unidos incluyeron en el listado internacional de organizaciones terroristas (Naciones Unidas jamás lo hizo).

La aviación turca redujo a escombros almacenes del PKK. / Ferrán Barber.

La aviación turca redujo a escombros almacenes del PKK. / Ferrán Barber.

Es cierto. Desde el encarcelamiento en Estambul del fundador del PKK, el también 'padrecito' Abdula Ocalan, y gracias a sus auspicios, la organización buscó su inspiración en el anarquismo y el ecologismo libertario de Murray Bookchin, reprocesando toda la herencia ideológica anterior hasta bascular hacia una suerte de municipalismo libertario, basado en la creación de comunidades libres y autogestionadas mediante un sistema de democracia directa. Ya no se dicen independentistas, sino confederalistas.

La más clara expresión de todas estas teorías se ha concretado en Rojava, en el Kurdistán sirio, a pesar del conflicto. Los líderes políticos kurdos del principal partido que conduce este proceso, el Partido de Unión Democrática (PYD) han tratado de implantar un sistema singular en su entorno geopolítico sostenido sobre la democracia directa, la igualdad de género, el secularismo y la sostenibilidad, mientras niegan cualquier vínculo institucional con el PKK, por las implicaciones obvias. No son pocas las acusaciones de violación de los derechos humanos que se han producido durante el conflicto en la zona que controla.

“Sólo respondemos ante nuestro comandante de la zona”, nos dice una miliciana desplegada en Nahla. “Puede hablar usted con quien quiera en España o en Simyar. No tienen jurisdicción sobre nosotros”. Ese es, probablemente, el espíritu de las comunidades autogestionarias. Son implacables. Por motivos de seguridad, una vez más, el pacto es no hacer fotos ni registrar a la guerrilla. Convenimos en ilustrar parte del reportaje con las imágenes tomadas algunas semanas antes en los campamentos de Kandil, junto al periodista danés Tore Rørbæk. A hurtadillas robaremos varias fotos de los objetivos bombardeados por los turcos.

Varios mandos del PKK han acudido por la mañana a comprobar los daños. Las bombas enviadas por los turcos han reventado allí varios depósitos de combustible y algunas endebles almacenes de pertrechos a medio levantar. Dicen que no ha habido víctimas y no se aprecia sangre. La orden, también, es no dormir jamás en el interior de las infraestructuras o los inmuebles, y eso afecta también a las casas que han ocupado en el valle cristiano de Nahla. No se concentran nunca en grupos y caminan por la noche, para escapar de los drones y los satélites. También Ankara bombardea siempre por la noche. “No se atreverán a lanzar sus bombas sobre los cristianos. Puede estar seguro. No lo harán”, nos dice una comandante. Los asirios, sin embargo, no lo tienen claro. La llamada 'guerra sincronizada sobre el terror' -eufemística denominación dada por el presidente turco, Racip Erdogan, a estas acciones militares- se han cobrado ya en Irak a muchas víctimas colaterales.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional