Este artículo se publicó hace 13 años.
"Los ataques se repetirán si nadie paga por las muertes"
Los 'camisas rojas' exigen al Gobierno tailandés que investigue la brutal represión de las protestas de 2010.
"Mamá, me tengo que ir. Hay muchos heridos aquí". Kate colgó bruscamente el teléfono y dejó a su madre al otro lado con la palabra en la boca, sin poder decirle que tuviera cuidado. Fueron dos minutos escasos de conversación, en los que las balas resonaban de fondo. Era 19 de mayo de 2010, el día en que el Ejército tailandés puso fin a las protestas de los camisas rojas, quienes habían ocupado la capital del país,Bangkok, durante más de dos meses para denunciar la falta de legitimidad del Gobierno y pedir elecciones anticipadas.
Kamolkate Akkahad, más conocida como Kate, era una enfermera que desde el principio de las manifestaciones había asistido a heridos y enfermos de forma voluntaria. Cuando comenzaron los enfrentamientos armados, el 10 de abril, continuó con su tarea escudada en su uniforme sanitario que, según ella, la dejaría fuera de la trayectoria de las balas.
Las manifestaciones en Bangkok acabaron con 91 fallecidos y más de 2.000 heridos
Ese 19 de mayo se había refugiado en el Wat Pathum Wanaram, un templo situado en el corazón deBangkok, que había sido declarado zona segura por el Gobierno y donde habían colocado un improvisado campamento médico. Cuando colgó el teléfono, salió en busca de más heridos. "No te preocupes, llevo el chaleco [de personal sanitario]. No me dispararán", dijo a uno de sus compañeros antes de salir. Unos minutos más tarde, 11 balas habían recorrido su cuerpo de arriba abajo. "Por la noche volví a llamar. Respondió un monje. Me dijo que Kate estaba muerta", asegura su madre, Phayaw Akkahad.
Al menos 91 personas perdieron la vida durante los dos meses de protestas y otras 2.000 resultaron heridas. Más de un año después, el partido de los camisas rojas, el Puea Thai, acaba de ganar las elecciones generales con mayoría absoluta y su candidata, Yingluck Shinawatra, está llamada a convertirse en la primera mujer en dirigir el país. Un cambio que las víctimas ven como el movimiento propicio para desbloquear la investigación que comenzó el anterior Gobierno en junio de 2010 y que se ha llevado con el más absoluto secretismo.
Sin embargo, el anuncio que hizo Yingluck durante de la campaña de aprobar una amnistía está reabriendo las heridas entre los camisas rojas, que temen que no se castigue a los responsables últimos de las muertes, los altos cargos del Gobierno del todavía primer ministro, AbhisitVeijjajiva, y del Ejército.
Los familiares de las víctimas rechazan la amnistía anunciada por la primera ministra electa
"La reconciliación es nuestra tarea más importante ahora", aseguró Yingluck en una de sus primeras intervenciones tras las elecciones del 3 de julio, quien ha asegurado que la amnistía se aplicaría a partir del golpe de Estado de 2006, que depuso a su hermano Thaksin Shinawatra y que supuso el inicio de la crisis política que ha enfrentado a dos bandos: los camisas rojas, apoyados por las clases rurales y pobres, y los camisas amarillas, representantes de unaélite urbana, económica y militar.
Yingluck se enfrenta a un difícil equilibrio. Una amnistía sacará a los camisas rojas de nuevo a las calles, pero una investigación sobre las muertes podría desencadenar un nuevo golpe de Estado. "Reconciliación no es lo mismo que amnistía. No vamos a aceptar una amnistía", asegura Thida Thavornseth, presidenta del Frente Unido por la Democracia y contra la Dictadura (UDD), la organización que encabeza la protesta de los camisas rojas. "Lo más importante es que la verdad salga a la luz", continúa. De momento, el Puea Thai ha alentado a continuar con la investigación y ha asegurado que determinar exactamente qué pasó es una de sus prioridades. "El perdón podría venir después de terminar las investigaciones. Eso podría contentar a muchos camisas rojas", asegura Sudsanguan Suthisorn, profesora de Derecho penal en la Universidad de Thammasat.
La poca precisión que ha mostrado Yingluck para definir la palabra reconciliación tampoco ayuda a calmar a las víctimas. "No tenemos una idea clara de lo que quiere decir. Pero yo no puedo ser parte de ello si implica perdonar a los responsables de las muertes", afirma la madre de Kate. Otros piden que no se olviden los últimos 80 años de historia del país, cargados de revueltas, las más sangrientas en 1976 y en 1992, y de casi 20 golpes de Estado. "Ya tuvimos disturbios y muertes en el pasado y se han vuelto a repetir porque nadie pagó por ello. Si siguen sin pagar, volverán a atacar", asegura la profesora deDerecho penal.
"La reconciliación es buena, pero debe basarse en la justicia", afirma un joven que resultó herido
"Nos dispararon a la cabeza"Santipong Injan fue herido el 10 de abril, el día que el Ejército disparó por primera vez contra los protestantes, matando a 25 personas. "Noté algo que me rozó por debajo del ojo. Empezó a dolerme mucho, a escocerme. Me froté los ojos y algo cayó", asegura. Era su retina, le dirían después los médicos. No fue el único en perder la visión o en recibir heridas en la cara. "Nos estaba disparando a la cabeza", espeta mientras esconde su ojo ya inútil debajo de un largo flequillo.
Al igual que la madre de Kate, Santipong comenzó su búsqueda de la verdad hacia varios meses cuando inició un proceso judicial contra el Gobierno. "Hemos basado las demandas en las evidencias que tenemos de que muchas de las muertes fueron consecuencia de las órdenes de algún oficial de Estado", asegura el abogado de las víctimas, Anon Numpa.
Hasta el momento, sólo 16 personas han presentado su caso ante los tribunales, aunque más afectados han iniciado los trámites de demanda. "La reconciliación es algo bueno para el país, pero debe basarse en la justicia", asegura Santipong. "Aunque, francamente, yo no puedo reconciliarme con asesinos que mataron a gente inocente".
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